En plena carrera para ganar solvencia, la banca se ha lanzado, auspiciada por el Banco de España, a vender participaciones preferentes a su clientela minorista. Esta estrategia le está permitiendo reforzarse para encajar el golpe de una morosidad disparada y unos activos inmobiliarios que no dejan de perder valor. El problema es que para ello está colocando unos títulos "de alto riesgo" a inversores poco cualificados. Así lo ha señalado la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), lo han denunciado asociaciones de consumidores como la OCU, y lo reconocen en voz baja distintos representantes del sector.

Algunos directores de sucursal afirman que no se les pasa por la cabeza recomendar estos productos a sus clientes de más confianza, mientras que dirigentes de entidades admiten que no invertirían en ellos sus ahorros.

UN INSTRUMENTO COMPLEJO Las preferentes son un instrumento financiero híbrido, que combina características de las acciones (tienen, en principio, una duración perpetua y computan como recursos propios) y de la deuda (ofrecen una rentabilidad fija y no tienen derechos políticos). Uno de sus problemas es que el cobro del interés está condicionado a la obtención de beneficios, algo que no está claro para todas las entidades en los próximos ejercicios.

De hecho, la agencia de valoración Standard & Poor´s recortó hace unas semanas la calificación de las preferentes de nueve de las principales entidades españolas --Santander, BBVA y La Caixa, entre otras-- tras considerar que el Gobierno y la Comisión Europea podrían animar o forzar a la banca a suspender los intereses de sus instrumentos híbridos para preservar su liquidez y mejorar su capital. En esta línea, su competidora Moody´s ya ha degradado la calificación de preferentes de entidades como Caja Madrid o Caixa Catalunya a la categoría de bono basura.

Los titulares de las preferentes, pese a su engañoso nombre, son los últimos en cobrar en caso de quiebra de la entidad, solo por delante de los accionistas. Al contrario que la renta fija, estos títulos no están cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos. Además, la entidad emisora se suele reservar el derecho a recomprar la participación al inversor a partir de los cinco años, pero no al revés. Los títulos cotizan en el mercado secundario de deuda, pero la posibilidad del ahorrador de venderlos al precio de compra o incluso de encontrar un comprador son escasas. Las entidades suelen aprovechar esta situación para hacerse con ellos a un precio inferior al pagado en su día por el cliente.