El nuevo camino de Chrysler empezó a recorrerse ayer en la desbordada sala de un tribunal de Nueva York, donde el juez Arthur González, que ya dirigió la bancarrota de Enron y llevará la de la compañía automovilística, permitió a la firma seguir operando y pagando a sus trabajadores sueldos y beneficios en los términos anteriores a la situación de insolvencia.

El proceso de reorganización bajo tutela judicial se perfila más complicado de lo que anticipa la Administración, que quiere verlo resuelto en uno o dos meses. Y el principal escollo sigue siendo el grupo de varias decenas de fondos de inversión, duramente criticados por el presidente de EEUU, Barack Obama, que se oponen a aceptar los términos de reducción de deuda y prometen plantear resistencia en los tribunales.

En un comunicado, hecho público el pasado jueves, varios de esos grupos replicaron también con gran dureza al presidente Obama. Su posición es que podrían obtener mejores resultados con una liquidación que con la reestructuración, aunque es improbable que el juez les dé la razón cuando los bancos que poseen el 70% de la deuda sí han aceptado rebajarla a casi una tercera parte.

Mientras, la bolsa estadounidense está pendiente de que los fabricantes de automóviles den a conocer los resultados de las ventas en EEUU durante el mes de abril, y los analistas anticipan otro mes de fuertes caídas aunque también apuntan que el mercado se está estabilizando.

Se espera que, en comparación con las ventas de abril del 2008, Chrysler perderá un 39% de ventas.