El presidente de EEUU, George Bush, emprendió ayer la fulminante renovación de su cúpula económica pidiendo la dimisión del secretario del Tesoro, Paul O´Neill, y del jefe de asesores económicos de la Casa Blanca, Lawrence Lindsay, apenas una hora después de que se anunciase el aumento del desempleo a su nivel mayor en ocho años. O´Neill, un ministro muy polémico en sus 23 meses en el cargo, aceptó la renuncia en una carta breve y tensa, en la que señaló que "hay otras muchas cosas importantes que hacer en la vida", además de la política.

El ministro saliente no gozaba de la estima de los mercados, no sólo por comparación con su predecesor demócrata, Robert Rubin, sino por sus comentarios que agitaron e irritaron a los medios financieros. Las mayores críticas a su gestión se produjeron a raíz de los escándalos de Enron y de otras grandes compañías.

SIN SUSTITUTOS

Con la marcha de O´Neill y Lindsey son ya tres los altos funcionarios económicos que la Casa Blanca debe sustituir, tras la reciente dimisión del también controvertido Harvey Pitt, expresidente de la Comisión Federal del Mercado de Valores (SEC).

La dimisión del secretario del Tesoro sorprendió en Washington, a pesar de que había sido solicitada por un amplio coro de detractores. Ni O´Neill ni Lindsey explicaron las causas de su marcha, que se producirá a finales de año, y la Casa Blanca no anunció quiénes los sustituirán ni cuándo. "Buscaremos gente experta en economía, que cuente con la fe y confianza de los mercados, experiencia y buen juicio", dijo el portavoz de Bush, Ari Fleischer.

La marcha de O´Neill fue recibida con alzas por Wall Street. "El Gobierno se concentrará más en estimular la economía a corto plazo", opinó el economista Jim Glassman. O´Neill, que abandonó la presidencia de Alcoa, principal fabricante de aluminio del mundo, para entrar en el Gobierno de Bush, patinó desde el comienzo, al forzar a la baja la cotización del dólar declarando que la Casa Blanca no apoyaba un dólar fuerte. Después, sugirió que los recortes de impuestos propugnados por el presidente no lograrían reanimar la economía tanto como calculaba Bush, e incluso hizo comentarios negativos sobre los trabajadores de Wall Street.

También Lindsey, exconsejero de la Reserva Federal y profesor de Economía de la Universidad de Harvard, se encontraba en situación precaria desde que predijo públicamente que la guerra contra Irak puede llegar a costar 200.000 millones de euros.

Mientras, el euro sacó ayer partido de esta situación. El Banco Central Europeo fijó el cambio oficial del euro en 1,0006 dólares.