La factura de las cumbres ha colocado a Ottawa en la diana de las críticas. El coste supera los 800 millones de euros, casi la misma cantidad con que Canadá aseguró todos los Juegos Olímpicos de Invierno en Vancouver y más de 20 veces lo que costó la reunión del G-20 en Londres. Ayer, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ironizó con que su hotel era "extremadamente cómodo", pero dijo que Francia no gastará tanto cuando acoja las cumbres el año que viene. El Gobierno de Stephen Harper respondió que los costes se multiplicaron al decidir celebrar no solo la cumbre del G-8, sino también la del G-20.