Las aseguradoras detectaron en el 2003 un total de 56 casos de fraude en el seguro de vida protagonizados por verdaderos profesionales que fingieron la muerte y por enfermos terminales que ocultaron su grave dolencia. La investigación de estos casos evitó a las compañías el pago de 940.510 euros, según el último informe de la entidad ICEA (Investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras).

Los casos más flagrantes de fraude suelen ser los de inmigrantes que simulan el fallecimiento en su país de origen con certificados falsificados con la esperanza de que la aseguradora desista de investigar. Sin embargo, las compañías que tienen fundadas sospechas de que existe fraude afrontan el gasto elevado que supone enviar a un investigador durante varios días a países generalmente en vías de desarrollo para "visitar el hospital, el cementerio y cualquier otro lugar que pueda ofrecer información del asegurado", explica José María Olazábal, de ICEA.

CRIMINALES Y PROFESIONALES En la casuística de los defraudadores se incluye a los criminales como el que aseguró a un indigente y lo despeñó con un coche para cobrar la póliza o los profesionales, como un camionero que contrató seguros con varias compañías y simuló un accidente mortal para que su hijo percibiera 1,1 millones de euros.

La falta de denuncias judiciales --sólo se denuncia un 2% de los casos totales de fraude-- y de condenas penales incita, según Olazábal, a algunos defraudadores que incluso llegan a arriesgarse a una pena de uno a seis años de cárcel por una indemnización de menos de 500 euros.

Sin embargo, más de la mitad de los fraudes detectados corresponden a enfermos terminales que suscriben un seguro sin declarar la dolencia para intentar beneficiar a sus herederos. Una variante consiste en contratar varias pólizas por una cantidad reducida que exime del reconocimiento médico previo.