Si alguien todavía duda sobre la profundidad de la crisis financiera puede buscar certidumbres en cómo se intenta frenar. Los siete principales bancos centrales del planeta lanzaron ayer una acción concertada para reducir el precio del dinero en medio punto. Participaron EEUU, la UE, Canadá, Gran Bretaña, Suecia, Suiza y hasta se unieron el banco central chino y otros países que no pertenecen a ninguna de las grandes áreas monetarias del planeta. Además, la apoyó Japón, que no tiene mucho margen para bajar el tipo de interés del 0,5% actual.

No se había producido una acción concertada de los bancos centrales desde que en el 2001 EEUU y la UE intentaron contener el desplome de las bolsas tras el atentado del 11-S.

EFECTOS LENTOS Pese a su excepcionalidad, era una decisión demandada a gritos en el mercado y por muchos gobiernos, defensores de la teoría que sostiene que con un dinero más barato es fácil que fluya y se recupere poco a poco la normalidad del colapsado sector financiero. Lo que tarde en causar efecto esta medida es difícil de prever. La dinamización del mercado interbancario será lenta, mientras que la recuperación de la estabilidad bursátil puede aparecer antes, según diferentes expertos.

En la zona euro, el tipo de interés oficial queda fijado en el 3,75% (el de mayo del 2007), aún superior al 1,5% que aplicará el banco central estadounidense tras la rebaja decidida ayer.

Hacía cinco años que no bajaban los tipos en la zona euro. La pasada semana, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, dijo que la entidad había estudiado la posibilidad sin decidirse. Dejó abiertas las puertas a abaratar el dinero el próximo mes, pero los mercados daban por hecho que el BCE no podría seguir mirando hacia otro lado.

"Apoyaremos la estabilidad de precios a medio plazo y el crecimiento sostenido y el empleo a fin de contribuir a la estabilidad financiera", subrayó ayer el BCE para justificar la rebaja. Su principal preocupación, el control de la inflación, ha sido relegada a un sombrío segundo plano.

Demasiados bancos intervenidos, un país como Islandia al borde de la suspensión de pagos, los británicos lanzando salvavidas a sus entidades financieras, Francia e Italia estudiando cómo parar la sangría y España ultimando el plan para que los bancos y las cajas recuperen el pulso. Un escenario que impedía al BCE seguir dando la espalda a la situación. De ahí que Trichet se atreviera a decir ayer que el BCE proporcionará liquidez "ilimitada" a los bancos de la UE que necesiten capital para llevar a cabo su operativa ordinaria y que, sin rubor, agregara una semana después que la tendencia alcista de la inflación remite.

ENTUSIASMO El recorte de las tasas que establecen el precio oficial del dinero fue recibido con entusiasmo por los consumidores, a los que se les aliviará en parte los costes de los créditos. También se felicitaron sindicatos, empresarios, partidos políticos y gobiernos. "Es una decisión excelente", subrayó Nicolas Sarkozy. La cancillera alemana, Angela Merkel, fue la más explícita al felicitar a los bancos centrales: "Es una señal enviada para reforzar la economía".

Desde Córdoba, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero también se mostró satisfecho con la decisión del BCE, que "aliviará a las familias y a las empresas con compromisos financieros", informa Pilar Santos.

La confianza, el refuerzo, funcionó, aunque menos de lo que era previsible. La banca se alegró de la bajada de los tipos, los usuarios también, pero las bolsas dieron la nota discordante en una jornada en la que debían prevalecer los elementos positivos. Fue el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien desencadenó los temores de los inversores al anunciar desde su trono dogmático de Nueva York que la recesión mundial parece ya imparable. Con gran enfado de Zapatero y el vicepresidente Pedro Solbes, que recriminaron la actitud del organismo internacional por volver a ensombrecer en sus predicciones las perspectivas de la economía española.

INCREDULIDAD Con esas apreciaciones, los mercados europeos prefirieron afiliarse al pesimismo. Sucede cuando la irracionalidad se apodera de la inversión. Perdida la confianza, como dijera santo Tomás, los mercados si no lo ven claro, no se lo creen. La incredulidad ganó.

Quienes sí parecieron entender que nada será como antes fueron los intermediarios del mercado del petróleo. El barril de la variedad Brent, que es la que se refina en Europa, descendió ayer hasta los 81 dólares y fijó el cierre en 84,36. Lejos quedan los 147 dólares que se pagaban en julio por el oro negro.