Primer acto. Prima la alegría. La economía crecía desde que comenzó esta década con la vivienda como motor. Tras la crisis de internet en el 2000, el capital se fijó en el inmobiliario. Lo facilitaban unos intereses que abarataron el endeudamiento para invertir en ladrillo hasta cotas inéditas. Pero la banca quería más ingresos. Por eso en EEUU, vio en los ninjas --no income, no job, no assests, personas sin ingresos, ni trabajo ni activos--, una fuente de préstamos más caros, pero más con más riesgo --subprimes-- .

Como recuerda el financiero George Soros en su libro El nuevo paradigma de los mercados financieros, "cuando se espera que el valor de la vivienda crezca más que el coste de tomar prestado, es lógico comprar más inmuebles de los que uno va a ocupar". Hasta el más común de los mortales compró para alquilar o vender. El crédito carecía de límite porque los bancos obtenían fondos de la sus colegas extranjeros.

Segundo acto. Crece la euforia. La banca de inversión, los Lehman y demás, se las ingeniaron para limpiar los balances de los prestamistas para que el negocio siguiera rodando. Trocearon y empaquetaron los derechos de cobro de los bancos en títulos negociables avalados por las agencias que certifican la solvencia del emisor (Moodys y otros). A su vez, crearon sociedades, calificadas por esas agencias, para extraer el riesgo de sus cuentas. En el 2006, ese negocio supuso parte de sus ingresos. Nacían activos sobre activos de activos... hasta que su valor superó el de toda la riqueza de EEUU.

DE IDAHO A LUGO A veces con la garantía de aseguradoras u otras entidades, el papel se transfirió a los bancos a pie de calle o a fondos de inversión, deseosos de ofrecer rendimientos altos. Una parte de la hipoteca de un ciudadano de Idaho estaba ya oculta en un fondo de inversión de un señor de Lugo. "El problema es que llegó un punto en que no se sabía qué había debajo del papel", dice un analista.

Tercer acto. Llega la crisis. Con el paro y la caída inmobiliaria, muchos hipotecados vieron en EEUU que el préstamo costaba más que la casa ¿Solución? Como que allí solo se responde con la vivienda --en España se puede embargar el salario y otros bienes--, dejaron de pagar.

El castillo de naipes se desmoronó. Los ninjas, los más débiles del sistema, y la caída del ladrillo dinamitaron la arquitectura diseñada en Wall Street y estalló la gran crisis. Los derechos de cobro que sustentaban los títulos negociables se esfumaron. Nadie los quería. La banca de inversión tuvo que absorberlos y aflorar enormes pérdidas. Los otros bancos, recelosos unos de otros al desconocer la magnitud de la tragedia, dejaron de prestar para desespero de Colonial, Astroc y otras empresas que trabajan con el endeudamiento. Según el FMI, esta crisis puede costar un billón de dólares --toda la riqueza que se genera en España en un año--. Una mínima parte le toca al señor de Lugo.