¿Cómo es posible que Irlanda, un país con un PIB y una población inferiores a Catalunya, pueda arrastrar a Europa hacia una nueva crisis financiera? No es por Irlanda --poco más del 2% del PIB de la eurozona-- es por la fatídica secuencia de rescates que se iniciaron en Grecia y quién sabe hasta dónde llegarán. La deuda nominada en euros de los países periféricos es dudosa porque el euro solo es la moneda de un conjunto de países. Los intereses nacionales han predominado en muchos aspectos, como en el fiscal.

Lo sorprendente no es el episodio protagonizado por la deuda irlandesa en sí mismo sino cuándo se produce. Irlanda no debe acudir a los mercados hasta mediados del 2011, luego el riesgo de impago es teórico.

El diferencial de la deuda irlandesa se disparó tras unas declaraciones de Alemania que animaron a los especuladores. Se propuso permitir impagos parciales de deuda en euros y, por más que luego se matizase que esa propuesta entraría en vigor a mediados del 2013 y solo para nuevas emisiones, la tensión volvió a los mercados, sobre todo porque las normas de la quiebra ordenada que propone Alemania castigarían a los inversores foráneos, una opción aceptable para un país sobrendeudado.

Tal vez sea simple torpeza, pero tal vez no. Alemania sale ganando con esta crisis, al menos de momento. Por un lado, se avanza en la concienciación europea de la necesidad de unificación fiscal y, por otro, se debilita al euro, neutralizando el efecto devaluador de las recientes medidas (quantitative easing) de la Fed, sobre el dólar, garantizando