Presumen en Pittsburgh de ser, con unos 500 puentes, el segundo enclave del mundo con más número de esas construcciones, solo por detrás de Venecia. Ese hito hace de la ciudad el escenario idóneo para la misión, bastante más complicada que la ingeniería tradicional, a la que se enfrentan los líderes del G-20 reunidos desde ayer en la ciudad: construir puentes que unan sus distintas ideas sobre cómo evitar que se repita una crisis como la que estuvo a punto de hundir la economía mundial hace solo un año.

Es el tercer encuentro del grupo en 10 meses y las aguas que amenazaban hace un año con provocar un tsunami económico empiezan a parecer más calmadas. Pero hay opiniones divergentes entre varios de los participantes sobre cómo asegurar que se mantengan así. Y varios puntos de tensión y divergencia amenazan la efectividad del encuentro, que llevan meses preparando los sherpas, los negociadores que trabajan en la avanzadilla para preparar el escenario que ayer y hoy toman los 19 líderes mundiales y los representantes de la Unión Europea.

MANTENER AYUDAS Obama, el anfitrión, ha llegado a Pittsburgh con la idea de promover que se sostengan los paquetes de estímulo que ayudaron a superar la crisis y a resistir la tentación de recortarlos prematuramente. Pero uno de sus principales objetivos es poner buena parte de los focos en la necesidad de lograr un crecimiento más sostenido y equilibrado reformando el modelo económico de algunos países. Para ello, Washington propone que países como Alemania y China, con superávits y altos índices de ahorro, adopten políticas que ayuden a reorientar su economía más hacia el consumo interno, dejando de depender tanto de las exportaciones. EEUU, por su parte, es consciente de que debe incentivar el ahorro y luchar contra un déficit que no solo ahoga su economía, sino que está amenazando la permanencia del dólar como divisa de referencia.

La idea, en la que cuenta con la alianza del Reino Unido, le enfrenta a Alemania y China. Y así quedó en evidencia ayer cuando, justo antes de emprender el vuelo hacia Estados Unidos, la cancillera alemana, Angela Merkel, recordó a Obama que no ha pasado tiempo ni hay justificación suficiente para "olvidar la regulación del sistema financiero y empezar a buscar temas sucedáneos". La cancillera cuenta con el firme apoyo del que será su rival en las inminentes elecciones alemanas, su ministro de Finanzas, Peer Steinbrück, que ayer fue incluso más contundente que ella. "Podemos hablar de desequilibrios, pero sin precondiciones. Hablemos, por ejemplo, de los déficits estadounidenses y las enormes inyecciones de capital necesarias para financiarlas. Hablemos del hecho de que la moneda china aún no es convertible. Claro que podemos hablar --dijo Steinbrück--, pero no selectivamente".

NUEVO MARCO Para la Unión Europea en general --y para Alemania en particular-- es clave mantener la atención en ese nuevo marco legal que ponga bajo más estrictos controles al sistema financiero, evitando excesos como los que llevaron a la crisis, como recordó ayer en un discurso en la Universidad de Pittsburgh el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.

Y es dentro de ese marco donde aparece otro de los puntos más conflictivos: la imposición de límites a los salarios y compensaciones de los ejecutivos, una medida a la que se opone el sector pero que algunos países, especialmente de la Unión Europea, ven como imprescindible.

PROBLEMAS Las discrepancias afloran también ante la propuesta estadounidense de reformar el Fondo Monetario Internacional, reduciendo el número de asientos en el consejo de 24 a 20 y disminuyendo así la presencia europea. La idea ha provocado la exasperación de representantes británicos y franceses, que verían peligrar sus puestos.

Está claro que las alianzas estratégicas para la cumbre son complicadas, pues Estados Unidos llega a la reunión en un momento delicado en su relación económica con China. El trabajo por hacer es inmenso.