En unos momentos en los que los ánimos ya están caldeados en Alemania por los recortes a las ayudas al desempleo, los disparatados sueldos de los altos directivos de algunas empresas y la falta de transparencia que los rodea están provocando una reacción generalizada de descontento popular en el país.

"Hay que contar con ello", respondió el ministro de Finanzas, Hans Eichel, el pasado 6 de agosto a la pregunta de si habrá una ley para obligar a los directivos de las grandes empresas a declarar públicamente lo que ganan. La ministra de Justicia, Brigitte Zypries, ya lanzó antes una amenaza: "Si de aquí al verano del 2005 no aumentan significativamente las empresas del DAX (índice de la Bolsa de Fráncfort) que publican los sueldos de los ejecutivos, habrá una ley que las obligue a hacerlo".

Sólo 11 de las 30 empresas del DAX publican los sueldos, siguiendo la recomendación de un código de conducta aprobado en el mes de febrero del 2002. "Si la industria se atiene al código, no necesitaremos una ley", señaló la ministra.

Cierre de fábricas

Las grandes empresas cierran y trasladan fábricas destruyendo miles de empleos, mientras los desempleados alemanes ven impotentes cómo su subsidio estatal se recorta y los beneficios y los sueldos de los directivos de las empresas aumentan constantemente.

Algo así ocurrió recientemente con Siemens: su presidente, Heinrich von Pierer, anunció el traslado de la producción de teléfonos móviles a Hungría, lo que destruiría alrededor de 2.000 puestos de trabajo en las fábricas alemanas de Bocholt y Kamp-Lintfort. Von Pierer pretendía también que en las fábricas se trabajasen 38,5 horas semanales en lugar de 35, y que los trabajadores además renunciasen a las pagas extraordinarias. Poco antes, Siemens había anunciado unos beneficios netos de 2.440 millones de euros en el 2003 (405.982 millones de pesetas), casi tanto como en el 2002, año en que se ingresaron 900 millones extras por venta de empresas.

Otro caso que ha levantado ampollas es el del operador de telefonía móvil Mannesmann. Sus directivos se embolsaron 57 millones de euros (casi 9.500 millones de pesetas) por aceptar la OPA de Vodafone en 1999. El juicio contra estos ejecutivos que vendieron su alma a los ingleses ha reavivado recientemente el disgusto público por los premios a los directivos.

Renuncia salarial

Un presidente conocido por su escandalosa nómina es Jürgen Schrempp, de Daimler Chrysler. Hace un mes advirtió a sus trabajadores de que desplazará la producción del nuevo Mercedes clase C a Bremen y Suráfrica si la empresa no consigue ahorrar 500 millones de euros. El clase C se fabrica en la planta de Sindelfingen (Baden-Würtemberg). Sin él se perderían allí unos 6.000 empleos.

Ante la oleada de huelgas en Sindelfingen en protesta por esta medida, Schrempp anunció su disposición a renunciar al 10% de los presuntos siete millones y medio de euros que percibe, si los trabajadores se comprometen a acercar su postura a la de la dirección.

Schrempp ya fue objeto de críticas cuando, en el año 2002, aumentó el sueldo de todo el consejo de administración en un 129%, el mismo año de crisis en que las acciones de Daimler bajaron un 39%. Este premio se lo permitieron para celebrar que la empresa había abandonado los números rojos --a fuerza de cerrar seis fábricas y destruir 26.000 puestos de trabajo en Estados Unidos--. De perder 662 millones, había pasado a obtener unos beneficios netos de 4.700 millones.