China tiene un problema con su economía: no sabe cómo frenarla. El problema es serio y, aparentemente, irresoluble: a pesar de los esfuerzos por embridarla, este trimestre creció un 11,3%, el récord de la última década. El acumulado del año se sitúa en el 10,9%, muy lejos del 9% prometido. China superó la semana pasada al Reino Unido como cuarta potencia mundial, y tiene ya cerca a Alemania.

Tras crecimientos sostenidos del 10% durante más de dos décadas, el Gobierno se comprometió en el último plan quinquenal a luchar por un modelo económico más racional que extendiera el "milagro" de las ricas urbes del sureste a la población rural del interior, donde la frustración hace emerger revueltas que ponen en peligro la paz social. China ocupa el puesto 129 en la clasificación de renta per cápita. Pero la economía sobrepasa una y otra vez los conservadores pronósticos oficiales.

PELIGRO El fracaso del Gobierno es aún más palmario tras comprobar que el comercio exterior y el sector inmobiliario han vuelto a tirar de la economía, pese a los esfuerzos por enfriarlos. El peligro de sobrecalentamiento es acuciante en la construcción: la inversión en activos fijos urbanos ha crecido el 31,3% en lo que va de año, y amenaza con arrastrar al sector del acero, el cristal y el cemento. Con la producción del acero en máximos históricos, su venta ha subido un 6,3% y los beneficios del sector han caído un 57%. El precio del cristal ha bajado un 17,5%.

El Gobierno ha puesto límites a la inversión inmobiliaria para reducir la especulación. Tampoco la tibia subida de tipos ha metido en cintura un sector donde abundan los créditos baratos. "La excesiva liquidez y sobreinversión están llevando al límite a muchas empresas. Las medidas correctivas pueden tener algún pequeño impacto a corto plazo, pero la solución pasa por subir los tipos y hacer más fuerte el yuan", opina Lehman Brothers.

DEMANDA EXTERNA Tampoco la intención de reducir el comercio exterior a favor de un mayor consumo interno funciona. Las exportaciones aumentaron en el primer semestre un 25%, hasta los 335.400 millones de euros, mientras las importaciones lo hicieron en un 21%, colocándose en 287.400 millones de euros. China batió otro máximo histórico en junio: su superávit comercial alcanzó los 11.400 millones de euros. El acento del comercio exterior revela que China aún está lejos de conseguir esa clase media característica de los países desarrollados.

La balanza exterior provocará por fin la revaluación del yuan, la moneda nacional. China se había negado pese a las quejas de EEUU y la UE. Por sorpresa, el Gobierno anunció una subida "sustancial" la semana pasada para el año que viene. En la cumbre del G-8, el presidente Hu Jintao reiteró a su homólogo estadounidense el compromiso.

Algunos expertos aseguran que una apreciación de más del 3% aumentaría el paro, y ponen en duda la intención real del Gobierno. "Hay desequilibrios serios, pero lo último que quiere China es frenar un crecimiento que crea trabajo y da confianza. Mientras el IPC siga bajo, puede permitirse este ritmo", dice Stephen Green, del Standard Chartered Bank de Shanghái.