En su intención de que la nueva estructura de la economía mundial que surja de esta crisis tenga en cuenta la realidad de un mundo que ya no es el mismo que había cuando se crearon las actuales instituciones, los países emergentes se encontraron ayer con un decidido aliado: Estados Unidos, que propuso una profunda reestructuración en el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de que los países europeos cedan parte de sus cuotas de poder. En el trasfondo del debate de esta reforma del FMI se encuentran las aportaciones para que el FMI pueda prestar dinero a países en apuros.

Tres temas había ayer sobre la mesa en la reunión del Comité Monetario y Financiero Internacional (CMFI), el órgano rector del FMI cuyo comunicado final, al cierre de esta edición, aún no se había emitido: la recaudación de fondos, revisar las perspectivas económicas de los países miembros y debatir cómo dar más poder a los países emergentes en los organismos de gobierno tanto del FMI como del Banco Mundial (BM). Todo ello, en el contexto de lo acordado por el G-20 el pasado mes de abril en Londres, que no es otra cosa que reforzar el papel del FMI tanto para salir de esta crisis como para evitar que vuelva a suceder.

DESACUERDOS Los países que forman el FMI pueden estar de acuerdo en el objetivo, pero no tanto en todo lo demás. El meollo de la cuestión ahora mismo es la recaudación de fondos para alcanzar la cifra de 1,1 billones de dólares (unos 800.000 millones de euros) que propuso el G-20 y que va aparejada, a la fuerza, con un cambio de la estructura de poder y de las exigencias que impone el organismo internacional para otorgar esos créditos. Carlos Fernández, ministro de Economía argentino, exigió una revisión profunda de estas condiciones.

Lo que exigen los países emergentes para aportar fondos es más cuota de poder en el FMI y también en su institución hermana, el Banco Mundial (BM), una profunda reforma de la institución tanto en su forma de gobernarse como en las condiciones en que otorgan sus créditos a los países que lo necesitan. "La crisis ha mostrado la necesidad de solucionar los déficits de democracia en el seno de las instituciones de Bretton Woods y dar más voz y representación a los países en desarrollo en las instancias donde se toman las decisiones", rezaba el comunicado del G-24, un organismo que agrupa a los países de Africa, Asia y Latinoamérica.

En la reunión del CMFI de ayer, la petición de los países emergentes se encontró con el apoyo, más decidido de lo esperado, de EEUU, el país que más fondos aporta al FMI. "Se necesitan acciones más enérgicas para redistribuir las cuotas en favor de los mercados emergentes que tienen las economías más dinámicas", dijo el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.

El de EEUU es un apoyo de doble filo. Por un lado, el movimiento de sillas en el CMFI que Geithner propuso para el 2012 implica más poder para los emergentes, mantener el de EEUU y disminuir el de Europa. Por el otro, vendría acompañado por más implicación económica de los países emergentes en financiar al FMI. Evidentemente, esta redistribución de los órganos de decisión no convence a los países europeos, que serían los perjudicados de una propuesta como la de Geithner.

Por parte española, debutó en la arena internacional la vicepresidenta segunda y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, que afirmó que España sigue "vigilante" la evolución del sector bancario. "El sector bancario ha probado ser resistente, debido entre otras razones a una prudente política de supervisión", dijo.