Varias organizaciones de empresarios de Huelva han recurrido a convocatorias de empleo en diversas ciudades de Marruecos para seleccionar entre miles de candidatos a 1.800 temporeros para la campaña de la cosecha de la fresa. Esta es una cifra aún modesta en relación con el total de 33.000 inmigrantes (con mucha presencia de países del este de Europa) que participarán en la campaña, pero que es más del doble que la del año pasado.

"Hay que mirar hacia el sur", afirma Antonio Luis Martín, delegado de la Asociación de Citricultores de la Provincia de Huelva. Y no sólo por razones prácticas, como el abaratamiento de los costes de transporte. También por razones políticas. "La contratación masiva en origen abre un importante cauce para la inmigración legal", destaca José Sánchez Cervantes, secretario general del departamento de Trabajo de la Embajada de España en Rabat. En efecto, la selección y contratación en origen de los temporeros se incluye en los acuerdos sobre flujo de mano de obra suscritos entre los gobiernos de España y Marruecos.

SELECCION RIGUROSA La experiencia del año pasado, en que según fuentes oficiales más del 40% de los 800 temporeros marroquís --"muchos más", decía un empresario-- no regresaron a su país al término del contrato, ha llevado a imponer criterios de selección más rigurosos. Mujeres entre los 20 y los 40 años, que vivan y trabajen en el campo y que tengan lazos familiares que hagan presumir que cumplirán el compromiso de retorno que firman. Este es el perfil ideal, según las organizaciones agrarias. "Las manos de las mujeres son más adecuadas para la recolección de la fresa, que es muy delicada. Además, en el campo la convivencia es muy estrecha, y ellas generan menos conflictos. No van a la discoteca, no fuman, no beben. Se concentran mucho más en trabajar y ahorrar", explica Antonio Luis Martín, que contrata temporeros marroquís para su empresa desde ya hace cuatro años.

"Con las muchachas que tengo estoy contento. Los empresarios también tenemos que entender su situación y ayudarlas", añade Martín, que apuesta por desarrollar vínculos de confianza: "Tengo a gente que me ha venido ya varios años. Ahora procuro llevarme también a familiares suyos", subraya.

Un 20% de los contratados son propuestos directamente por los empresarios, y el resto son escogidos a partir de una preselección que elabora el equivalente marroquí del Inem. La reglamentación da derecho a los temporeros que hayan participado en cuatro campañas a obtener el permiso de trabajo y de residencia en España.

Se dice que cada vez cuesta más encontrar gente dispuesta a trabajar en el campo, y que la cosecha de la fresa es una tarea especialmente ingrata. Pero esas cosas se dicen en España. Centenares de mujeres y apenas un puñado de hombres esperaban pacientemente su turno el viernes por la mañana en Kenitra (a unos 40 kilómetros de Rabat) con la esperanza de ser contratados para la campaña de la fresa y los cítricos de Huelva. Los 147 que lo lograron pasarán tres meses en España trabajando duro, pero cobrando diez veces más de lo que se les paga en su país.

AYUDAR A LA FAMILIA "Pido a Dios que salga todo bien", dice Fátima, que está "contentísima" por haber sido escogida. Tiene 33 años y tres hijos adolescentes, que se quedarán con su abuela en la aldea de Kalaat Sgrahna, no muy lejos de Kenitra. "Mi sueño es trabajar en España y poder mandar dinero para mis hijos, que estudien y que no tengan que sufrir lo que he sufrido yo", explicar esta trabajadora. La vida en el campo es "muy dura" para una mujer separada.

Tras la selección y los laboriosos trámites burocráticos, entre las elegidas todo son sonrisas. "No sé cómo va a ser España, pero no me da ningún miedo. Yo lo que quiero es trabajar", dice Hana, una chica de 22 años. Nabila, de 21, ha venido desde Fez (a más de 200 kilómetros). Huérfana de padre y con cinco hermanos, abandonó los estudios para ayudar a su madre a sacar adelante a la familia. Para ella será igualmente su primera experiencia en España. "Allí se vive mejor que aquí, los jóvenes y los trabajadores tienen más derechos. En Marruecos no tenemos futuro", afirma. Lo único que lamenta esta joven es que el contrato, de mediados de marzo a finales de junio, es "corto". "He oído decir a muchas que ellas piensan quedarse" --añade, señalando a sus compañeras--. A mí también me gustaría, pero yo sí voy a volver. Así me llamarán más veces".