El empresario español ha desembarcado en China en aluvión. Más de 150 pymes nacionales, 23 instituciones y 11 grandes marcas (Telefónica, BBVA, Real Madrid y Atlético) participan en la Feria Internacional de China de la Pequeña y Mediana Empresa, en Cantón. Impera el gigantismo: es la mayor feria de su clase en el país asiático, con más de 5.000 expositores.

La presencia de España, invitada de honor de la edición y con pabellón propio de 10.000 metros cuadrados, representa la mayor superficie de exposición en una feria internacional. El certamen fue inaugurado ayer por el ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, que aludió a los tiempos difíciles: "China era la asignatura pendiente cuando llegamos al Gobierno en el 2004. Había aquí 100 empresas españolas, y hoy son 600. El potencial de crecimiento aún es enorme". Lo es: esas 600 empresas representan el 0,2% de las compañías foráneas en China. Las 200 que asisten a la feria tendrán siete encuentros con potenciales socios chinos, es decir, casi 1.500 contactos en los tres días.

El papel del empresario español en China dista de ser el deseable. Ha llegado tarde y mal. España tiene un volumen de negocio y una presencia cotidiana muy inferiores a países geográfica y económicamente comparables.

REPROCHES El vino o el aceite de oliva español son semiclandestinos en los supermercados de Pekín, en contraste con las botellas francesas, italianas y griegas. En este sentido, empresarios y fuentes oficiales suelen culparse mutuamente del resultado.

Los primeros inciden en la falta de ayudas, y ese fue el mensaje que más oyó ayer Sebastián en los estands. Por el contrario, fuentes diplomáticas se lamentaron de la escasa valentía y espíritu emprendedor de la clase empresarial española, que necesita "que se lo den todo mascado".