Tras un largo y tumultuoso debate, el Parlamento francés puso ayer fin a una de las conquistas sociales más emblemáticas del país vecino. Con 329 votos a favor de la mayoría gubernamental y 233 en contra de la izquierda, la edad legal de la jubilación pasó de los 60 a los 62 años y de 60 a 67 años el derecho a la pensión completa. Pese a la oposición de los franceses --la semana pasada más de un millón de personas salieron a la calle contra la medida-- el Gobierno de Nicolas Sarkozy aprobó la reforma.

En el hemiciclo se vivieron ayer escenas de gran tensión. El presidente de la Cámara alta, Bernard Accoyer, fue perseguido por los pasillos por un grupo de diputados de la izquierda exigiendo su dimisión. Expresaron así su cólera ante el rechazo de Accoyer a aceptar las peticiones de palabra solicitadas por unos 150 diputados, una maniobra parlamentaria para alargar el debate hasta última hora de la noche. Accoyer ha tenido que lidiar con numerosas protestas durante los días que ha durado el debate. Los diputados socialistas han blandido en el hemiciclo pancartas con la leyenda "queremos la jubilación a los 60 años" y aludido, en numerosas ocasiones, al escándalo político financiero que afecta al ministro de Trabajo, Eric Woerth, encargado de conducir la reforma, para desacreditarlo como interlocutor.

Woerth ha defendido la reforma como única vía para garantizar la continuidad del sistema de pensiones por repartición. Se ha mostrado inflexible con la prolongación de la edad legal de la jubilación a los 62 años, pero ha aceptado negociar con los sindicatos algunas concesiones, como mantener la pensión a los 60 años para las profesiones consideradas "penosas". Es decir, las que requieren mayor desgaste físico. El Gobierno sigue abierto a introducir modificaciones en este sentido. Estos avances han sido considerados insuficientes por los sindicatos, que han convocado otra jornada de movilización para el 23 de este mes.