Los tiempos de temeridad y ausencia de responsabilidad como los que condujeron a la crisis tocan a su fin. No habrá más sueldos y sobresueldos desorbitados sin control y los bancos tendrán que mantener más reservas de capital si quieren seguir jugando y arriesgando. Ese es el aviso que ayer lanzaron al sector financiero los miembros del G-20 tras su reunión en Pittsburgh, la tercera desde que estalló la crisis y la que ha servido para que se consolide definitivamente como principal foro económico en sustitución del G-8.

Las negras nubes que planeaban sobre la economía hace 12 meses empiezan a disiparse, pero los líderes del G-20 son conscientes de que la amenaza de tormenta no ha pasado. Deben mantener por ahora sus planes de estímulo, pero ya planean cómo empezar a deshacerse paulatina y coordinadamente de las medidas de intervención con que evitaron el colapso. Asumen que "el proceso de reparación y recuperación todavía está incompleto". Y saben que hay que hacer cambios que impidan que se repita el mismo escenario.

Era el tema de las primas y las remuneraciones excesivas uno de los que más forzaba a actuar al G-20, siquiera por la indignación que han provocado las elevadas compensaciones y el hecho de que estén continuando incluso en instituciones que han recibido miles de millones de los contribuyentes para mantenerse a flote en el último año. Y aunque el borrador del comunicado oficial no acepta propuestas como la francesa de marcar un límite con cifras concretas, deja claro que no se permitirá volver a viejos comportamientos.

El compromiso que adopta el G-20 en este terreno es tener redactadas para fines del 2010 normas concretas que se aspira a tener completamente en vigor para el 2012. Esa regulación evitará, por ejemplo, bonus garantizados por varios años y requerirá que una porción considerable de remuneración variable sea retribuida con acciones o instrumentos financieros semejantes "mientras creen incentivos alineados con la creación de valor a largo plazo".

CAPITALIZACION Asimismo, se garantizará que la paga a altos ejecutivos y otros empleados cuyo trabajo tenga impacto en la exposición al riesgo dependan del rendimiento y de esos riesgos que se han tomado. Además, se promete buscar normas que fomenten la transparencia en este terreno y buscar mecanismos que impidan bonus excesivos si no son compatibles con "una base de capital apropiada".

La capitalización es otro de los capítulos donde hace especial hincapié un G-20 convencido de que "los estándares de las grandes instituciones financieras internacionales deben ser proporcionales al coste que supondría su quiebra". Los bancos tendrán que aumentar tanto la cantidad como la calidad del capital que mantienen como colchón ante posibles pérdidas.

De Pittsburgh se sale con compromisos, incluso con calendarios específicos, pero el reto ahora es ver hasta dónde las promesas se transforman en realidad, y qué capacidad tienen los gobiernos para resistir las presiones que se pueden anticipar de un sector bancario opuesto a gran parte de esas normas y que recupera fortaleza.

Se sale también con un compromiso de ir retirando paulatinamente las medidas de intervención y los planes de estímulo, que deben continuar "a corto plazo" y cuyo abandono podrá variar entre países en función de las políticas adoptadas; con una apuesta por crear un marco para un "crecimiento sostenido y equilibrado", y por luchar contra el proteccionismo. Aunque se crea un sistema por el que se establece un mecanismo de control en el que los miembros del G-20 vigilarán con ayuda del Fondo Monetario Internacional el respeto a los compromisos, no se prevé ningún tipo de sanciones o multas en caso de incumplimiento de los acuerdos.