El G-20, que integra a los siete países más ricos del mundo, más Rusia y 12 naciones emergentes, finalizó ayer su cumbre anual en Berlín con un acuerdo para impulsar reformas estructurales destinadas a favorecer un continuado crecimiento económico mundial e incrementar el bienestar y el empleo.

El comunicado final de la reunión subrayó la importancia de que EEUU logre una consolidación fiscal a medio plazo y la necesidad de continuar con las reformas estructurales en Europa y Japón.

Los participantes en la reunión acordaron un mayor intercambio de información sobre pago de impuestos y la toma de medidas de presión contra los paraísos fiscales, de acuerdo con las normas de la OCDE, para atajar las vías de financiación del terrorismo y el lavado de dinero negro. También reafirmaron el deseo de evitar la inestabilidad de los mercados de divisas, origen de la pérdida de competitividad de las exportaciones europeas.

MENSAJE OPTIMISTA El G-20 prevé un clima económico favorable, una inflación baja y un crecimiento de un 4% de la economía mundial en el 2005, pero advierte de que, para conseguir esos objetivos, se necesita la cooperación de los productores y consumidores de petróleo. El problema de los precios del petróleo fue uno de los asuntos que mayor atención acaparó de la reunión, además de la actual fortaleza del euro frente al dólar, si bien esto último fuera de la agenda oficial.

Los dirigentes del G-20, que representan el 90% del producto interior bruto mundial, alcanzaron un acuerdo para condonar el 80% de la deuda externa iraquí.