Más de cuatro millones de personas tienen ingresos inferiores a los mil euros (166.386 pesetas) al mes, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De esa cifra, la gran mayoría son jóvenes de entre 16 y 35 años. Aunque la última encuesta de condiciones de vida del INE no especifica sueldos por tramos de edad, los sindicatos coinciden en que los más bajos corresponden a jóvenes y mujeres.

En todo caso, mil euros sólo dan para salir adelante si no se tienen cargas familiares o hipotecarias y ponen en la misma cesta a universitarios sin especialización que compiten por un puesto y a personas que huyeron a edad temprana de los estudios para colocarse en un empleo sin pretensiones, con una paga mensual, pero modesta.

Se les conoce como mileuristas y forman parte de una generación a la que se le exige más de lo que recibe, según los expertos. Por eso, difícilmente pueden abandonar el domicilio paterno, comprar un piso y cambiar de vida. Lo que cobran no les permite independizarse. Compiten por un lugar que no tienen asegurado en un sistema donde las diferencias económicas son cada vez más notables. "Dentro de esta sociedad de los tres tercios, un tercio se queda fuera y el resto pugna, como en el juego de las sillas, por un numero de puestos inferiores a la demanda", dice Angel Castiñeira, profesor de Sociedad del Bienestar de Esade.

LA SUBCONTRATACION Parados y pensionistas, trabajadores manuales expulsados de sectores industriales, inmigrantes y los empleados de la economía sumergida dan la réplica al colectivo de jóvenes que intenta encontrar una ocupación estable con una retribución digna. La inestabilidad que suponen los contratos temporales abona el terreno de la precariedad, pero no es el único factor determinante.

La cadena de subcontrataciones --empresas que encargan trabajos a otras empresas y éstas a otras-- hace que los márgenes de las firmas se estrechen, lo que deriva en sueldos cada vez más pobres a medida que se baja en la cadena.

Además, la formación, o mejor dicho, una formación inadecuada para las necesidades empresariales, resulta clave, y no sólo para quienes dejaron los estudios a los 16 años. La enseñanza universitaria no es ninguna garantía, particularmente con la masificación actual. "Hay muchos licenciados, pero muy malos", comenta Luis de Sebastián, profesor de Esade. "Salen de la universidad y no saben nada, ni siquiera cómo orientar su vida", apostilla.

Pero no es sólo una cuestión formativa o de capacidad. De entrada, "las mujeres jóvenes cobran un 15% menos que los hombres de su misma edad", dice Neus Munté, de UGT. El fenómeno se apoya también en una actitud vital. Para los jóvenes, la carrera no lo es todo. "Tan importante como su profesión es tener una buena calidad de vida. Por eso, no concen- tran sus expecta- tivas en la vida laboral", según explica Cristina Serra, directiva de la ETT Rands- tad.