Según el lema minimalista, menos es más. En la industria del motor de Estados Unidos, alterada radicalmente desde ayer, menos es, simplemente, la única opción. General Motors, un icono y determinante emblema del siglo XX en EEUU, artífice parcial del asentamiento de la clase media, inició finalmente ayer los trámites legales para refundarse bajo la protección de la ley de bancarrota en la mayor suspensión de pagos industrial de la historia del país y la tercera en términos generales. Y en el futuro, aunque aún no esté escrito, se anticipa ya una nueva General Motors mucho menor.

Al mediodía, cuatro horas después de que se presentara en un tribunal de Manhattan la documentación legal que describe a una empresa con 58.000 millones de euros en sus activos y casi 122.000 millones en el pasivo, el presidente de EEUU, Barack Obama, se dirigió a los ciudadanos para hablar de "un plan creíble y prometedor", un proyecto por el que la "vieja General Motors" cederá sus activos más fuertes, sus mejores marcas y productos, a "la nueva General Motors".

El renacimiento, dijo Obama, necesita "una cantidad sustancial de dinero que solamente un Gobierno puede proveer". Hablaba de 21.000 millones que se suman a los 14.000 ya invertidos en General Motors y que harán del Estado --o de "los contribuyentes", según lo expresó Obama-- propietario del 60% de la nueva compañía. Los gobiernos de Canadá y del estado de Ontario (Canadá) aportarán otros 6.500 millones a cambio de una participación del 12%.

"ACCIONISTAS RETICENTES" "Estamos actuando como accionistas reticentes porque es la única forma de contribuir a que General Motors salga adelante. Pero lo que no vamos a hacer --lo que no tenemos interés en hacer-- es dirigir la compañía", afirmó el presidente, insistiendo en que un consejo de dirección privado se encargará de tomar las decisiones, y destacando que el Gobierno no se implicará en asuntos diarios como la decisión de abrir nuevas plantas o diseñar nuevos modelos.

Desde la Casa Blanca se lanzaba un mensaje de moderado optimismo, pero se reconocía también que el proceso para limpiar General Motors "cobrará un doloroso peaje a muchos americanos", y Obama hablaba de "sacrificio en nombre de la próxima generación, para que los hijos y los hijos de los hijos crezcan en una América que todavía hace cosas, todavía construye cosas, busca un futuro mejor".

La Administración de Obama confía en que los trámites legales puedan completarse rápidamente, calculando un plazo de entre 60 y 90 días para el proceso de bancarrota, que dirigirá el juez Robert Gerber.

SALIDA DEL DOW JONES Mientras, la realidad de la suspensión de pagos y sus efectos se dejaban sentir por todo Estados Unidos. El Dow Jones anunció ayer que sacará a General Motors de su índice de industriales sustituyéndolo por Cisco, una decisión que será efectiva a partir del 8 de junio. Y la compañía anunció la clausura definitiva de nueve plantas, el cese de operaciones en otras tres y la reconversión de otra, noticias que caían como mazazos en Michigan, Ohio y Delaware, Virginia, Florida, Massachussets... Tendrá que despedir también a 21.000 trabajadores y anunció que 5.000 perderán sus empleos antes de que acabe el año. El 40% de los 6.000 concesionarios se verán obligados a cerrar.

El principal sindicato de trabajadores del automóvil, que será propietario del 17,5% de la nueva compañía (con garantías para hacerse luego con un 2,5% más), tendrá que financiar la mitad de su fondo de salud y hacerlo con acciones cuyo valor es incierto y dependerá de cómo funcione la compañía regenerada. Y los bonistas que financiaron con 19.000 millones de euros a General Motors recibirán 10 centavos por cada dólar que le dieron por esos títulos de deuda. Su participación, según los términos planteados por el Tesoro, negociados por la compañía y aceptados el fin de semana por el 54% de esos tenedores de bonos, podrá subir más adelante hasta el 25%.