La fusión entre la gasística pública Gaz de France (GDF) y la compañía de servicios Suez empezó a tomar forma ayer tras su repentino anuncio el pasado sábado. El nuevo gigante francés energético será ejemplo del patriotismo económico a la francesa que el Gobierno de Dominique de Villepin ha adoptado para proteger los intereses industriales estratégicos.

El Estado es el principal accionista de GDF, con el 80,2%, y deberá desprenderse al menos de la mitad para conservar en torno al 35% equivalente a la minoría de bloqueo que evita posibles OPA. Antes deberá reformar la ley del 2004 que impide reducir la participación pública por debajo del 70%.

Ayer, el ministro francés de Economía, Thierry Breton, explicó que el enlace se realizará mediante una "fusión-absorción" de Suez por GDF. Pero, antes, Suez deberá abonar a sus accionistas un dividendo excepcional de un euro por acción, esto es, un total de 1.250 millones de euros, para proceder más tarde al intercambio de una acción Suez por una de GDF.

Mientras, el Gobierno italiano levantó ayer la voz frente a la "traición" de Francia y la "tibieza" de Bruselas por el cierre en banda de París a la entrada de Enel en el mercado galo, después de que EDF fuese autorizada antes a adquirir el 50% de Edison.