Grecia intentaba ayer sobrellevar la resaca de una semana de protestas que ha dejado tres muertos, decenas de detenidos, numerosos daños materiales y la aprobación de las draconianas medidas aprobadas por el Gobierno de Giorgos Papandreu para evitar la bancarrota del país. Los negocios del centro de Atenas abrieron; el transporte público funcionaba y los ciudadanos acudieron a sus trabajos.

Pero, era una calma tensa. El plan de ajuste, con recortes de salarios y pensiones y subidas de impuestos, obligará a los griegos a apretarse aún más el cinturón y podría asfixiar más la economía helena.

Los bancos abrieron media jornada en protesta por la muerte de tres empleados en un incendio en los disturbios del miércoles. Dimitris Karagianis, del Partido Comunista, alberga dudas sobre lo sucedido: "Tenemos pruebas de que algunos actos violentos han sido cometidos por provocadores de los servicios secretos", y asegura que su partido luchará contra las medidas impuestas a cambio del rescate de 110.000 millones de euros de la UE y el FMI.