La segunda jornada de huelga en Francia contra la prolongación de la edad legal de la jubilación de 60 a 62 años se convirtió ayer en una guerra psicológica entre Gobierno y sindicatos. Mientras los agentes sociales elevaron a cerca de tres millones el número de asistentes a las 230 manifestaciones convocadas en todo el país, la policía y el Ministerio del Interior situaron la afluencia por debajo del millón. Tan abismal divergencia se explica por la necesidad de los sindicatos de demostrar que se mantiene la movilización del pasado día 7, un éxito que estimaron en más de dos millones de personas, y la voluntad del Ejecutivo de mostrar que la protesta se desinfla. Según sus cálculos, los huelguistas representaron entre un 15% y un 20% menos que en la anterior convocatoria.

El Elíseo confía en que las centrales lleguen a la conclusión de que no podrán mantener el ritmo y que, ante el riesgo de una erosión del movimiento, acepten negociar la ley. El presidente Nicolas Sarkozy se mantiene firme en cuanto al corazón de la reforma: el retraso de la edad legal de jubilación de 60 a 62 años y de 60 a 67 años el derecho a la pensión completa. El margen de negociación lo sitúa en la introducción de excepciones para las profesiones "penosas", que requieren un mayor esfuerzo físico, que podría extenderse a otros colectivos. El pulso gira en torno de las mujeres que hayan tenido tres hijos o más, cuya pensión se ve penalizada por la interrupción de su carrera profesional.