Brasil pasó en pocas horas de temer un tórrido verano sin gas a sentirse una nueva gran potencia petrolera. La euforia desatada podía remitir a la obtención de otro mundial de fútbol. Pero, en este caso, lo que está en juego es algo más que un balón: 8.000 millones de barriles de un crudo cada vez más caro. El descubrimiento de un gigantesco yacimiento submarino frente a las costas del estado de Sao Paulo, anunciado días atrás a bombo y platillo, colocará a Brasil a la cabeza de los grandes productores.

"En la actualidad tenemos una reserva de 14.400 millones de barriles de crudo y gas. Con lo que se suma ahora estaremos en un lugar más próximo a Nigeria y Venezuela", dijo el presidente de Petrobras, Rodolfo Gabrielli.

El Campo de Tupí, un área que Petrobras comparte con la portuguesa Galp Energía (10%) y la británica BG (25%), representa la mitad de todo el petróleo hallado por Brasil en el último medio siglo. Aportaría al país unos 13.600 millones de euros de exportaciones en el 2014.

Brasil había logrado el autoabastecimiento petrolero recientemente. Ahora, el salto es mucho mayor. "Ha cambiado nuestra realidad", reconoció Dilma Rousseff, jefa de la Casa Civil.