En uno de sus últimos libros, el astrónomo Stephen Hawking, explica la vida y obra de algunos de sus antecesores más famosos: Kepler, Galileo... A hombros de gigantes, es el título. Muchos de esos precursores de la astronomía se quedarían hoy con la boca abierta si pudieran ver el A380, un auténtico gigante que aproximará a sus pasajeros un poco más al cielo y a las estrellas, y con las máximas comodidades, lo que hubiera provocado la envidia de esos científicos. Y, en especial, si las aerolíneas cumplen con su promesa de aprovechar el espacio para introducir "una nueva forma de viajar en avión", como dijo ayer el primer ministro británico, Tony Blair. El propietario de Virgin, Richard Branson, auguró "una forma de volar que no se parece en nada a lo visto hasta ahora". Branson prometió poner gimnasios y camas más amplias en los vuelos de larga distancia en las 6 unidades que ha encargado.

El transatlántico o ballena de los aires, como se conoce al A380, tiene una capacidad de 555 plazas en versión estándar, (y de hasta 850 en su configuración de máxima densidad). Con sus dos plantas, posee una envergadura de casi 80 metros, 73 de largo, 24,1 de alto (como un edificio de siete plantas), una autonomía de vuelo de 15.000 kilómetros, y un peso máximo al despegue de 560 toneladas. Su rival, el Boeing 747, tiene una envergadura de 64,4 metros, 70,7 de largo, 19,4 de alto, 416 asientos y una masa máxima de 412 toneladas.

Es un coloso del aire, diseñado para rutas solicitadas por clientes de Airbus, como Londres-Singapur o Los Angeles-Sydney. Kilómetros y largas distancias con más confort. Y todo a hombros de un auténtico gigante.