José María Cuevas, el patrón de patronos por excelencia desde 1984, lo deja. El miércoles comunicará que se va por propia voluntad, por motivos de salud, y tras sobrevivir en la poltrona a la mayoría de sus coetáneos de la política, la empresa y el sindicalismo. Eso sí, suscitando no pocas controversias sobre la trascendencia de su figura.

Cuevas estuvo en la génesis de la CEOE en 1977. Fue jefe del gabinete técnico del sindicato del papel y las artes gráficas y, tras un corto periodo en la dirección de la papelera Sarrió, en 1978 fue nombrado secretario general por el primer presidente, Carlos Ferrer Salat. ¿Quién era quién en aquel dinámico dúo? "Ferrer Salat fue una imagen para la galería. Quien tejió la estructura fue Cuevas con Fabián Márquez y otros, todos del sindicato vertical franquista. Eran funcionarios que vieron la necesidad de dotarse de una cara, la de Ferrer Salat. Los empresarios de verdad no intervenían en la evolución política del país", dice Antonio Gutiérrez, secretario general de CCOO de 1987 al 2000 y diputado del PSOE en el Congreso.

Franquismo empresarial

Vincularlo a la dictadura es poco riguroso, según sus colaboradores. "Jamás ocupó ningún cargo en el franquismo. Era un cargo medio del sindicato del papel y las artes gráficas, que presidía Joaquín Ruiz Jiménez, un disidente del régimen", aclara Gonzalo Garnica, alter ego de Cuevas y portavoz de la CEOE desde 1982. Gutiérrez sostiene que en los albores de la democracia se vivía una paradoja: los empresarios no influían en política porque seguían muy identificados con el aparato franquista, que aún resolvía sus problemas.

Ferrer Salat y Cuevas se repartieron los papeles. El primero era la cara; el segundo, los brazos. "Carlos fue el hombre de la imagen, europeísta, banquero, empresario de éxito... Era el hombre de la representación. Cuevas, del trabajo", opina Garnica. Pero el dirigente palentino no era un mero gestor en aquellos tiempos. "Ferrer Salat --insiste Gutiérrez-- fue solo una imagen cara a la galería".

Remontarse al diálogo social con los gobiernos socialistas de los 80 y 90 provoca amargura política al exdirigente sindical. Le atribuye a Cuevas el papel de incendiario en la situación política que se incubó hasta 1996. "Fue beneficiario e inductor de las políticas que marcaron los mayores conflictos sociolaborales en los gobiernos de Felipe González", señala.

Todo cambió al llegar José María Aznar al poder. La CEOE participó en la recuperación política de la aletargada Alianza Popular. Sus instalaciones de Diego de León, en Madrid, fueron laboratorio de ideas y cuna de dirigentes populares (Cristóbal Montoro, José Folgado, Elena Pisonero...) Para colmo de la oposición socialista, Cuevas firmó acuerdos con los sindicatos insospechados años antes. "En 1996, cuando negociamos sobre el mercado de trabajo prefirió un acuerdo a que el Gobierno regulara. Se puede pensar que le hacía el trabajo al PP para legitimarlo socialmente", reflexiona Toni Ferrer, secretario de Acción Sindical de UGT. Es más, Cuevas cooperó con la recomposición de la derecha. "Tuvo un activo papel en la salida de Hernández Mancha de AP, la vuelta de Fraga y, después, la elección de Aznar", admite Garnica.

Dirigir tres décadas el mayor lobi español, el de los empresarios, le deja forzosamente emparentado con la historia. "Ha sido el cerebro del tránsito del modelo de relaciones laborales franquistas a la democracia", según el directivo de la CEOE. El dirigente ugetista, en cambio, lo tilda de posibilista: "Ha preferido el diálogo y la concertación para afrontar cambios que apostar por una legislación impuesta por el gobierno de turno, aunque nunca escondiera sus posiciones políticas".

"Debemos estar agradecidos por su larga y generosa entrega", sentenció el pasado martes el secretario general de CCOO, José María Fidalgo, tras estampar su firma en el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva (ANC), el último pacto con Cuevas. "Le dedicamos esta firma como un pequeño homenaje". Hasta reconoció haber "aprendido mucho" del líder empresarial. Al lado, su homólogo de UGT, Cándido Méndez, tampoco escatimó elogios: "Ha sabido interpretar correctamente las claves de cada situación y tender puentes".

Al anuncio del pase a la reserva a los 71 años le ha proseguido una cascada de cálidos adjetivos de Fidalgo y Méndez. Atribulados por la euforia del ANC, lo aclamaron como "ejemplo" para la clase política española. Hasta evocaron el llamado comando sosiego, apodo que recibieron los firmantes del pacto social de mediados de los 90 que preservaba la razonable marcha de la economía de la crispada situación política. Un pacto de bomberos.

Liberal, a veces

El botón de muestra de su ideología se resume en un discurso que ha reiterado hasta la saciedad: la apelación a la unidad de mercado. Garnica defiende que forma parte de una visión liberal de la economía, una apuesta por la globalización frente al proteccionismo autonómico. Gutiérrez, sin embargo, lo niega: "Es un nacionalista español. La unidad de mercado la defendía si le favorecía. Si la disgregación debilitaba al movimiento sindical hacía la vista gorda. Por ejemplo, en el País Vasco".

Cuevas se ha prodigado poco, pero de forma grandilocuente. Como sucedió en el 2006. Con la opa de Gas Natural a Endesa sobre la mesa, la tildó de "opa a la catalana", ironizando con el estereotipo del catalán tacaño. Aunque ganó las elecciones a la CEOE meses después, aquella frase, por la que se disculpó, rompió los equilibrios con la patronal catalana.