Cuando en 1996 Felipe González prometió que no iba a volver todo el mundo pensó que acabaría regresando. Ahora que ya ha cumplido los 68 la gente empieza a creerle, aunque cada vez que actúa despierta unas pasiones que para sí quisieran los que están en la primera fila. Ayer presentó en Barcelona su último libro, Mi idea de Europa . González confesó a la periodista Gemma Nierga por qué rechazó ser "el funcionario de más rango de la Unión Europea", o sea, ser el presidente de los 27. "Mi negativa a aceptarlo es la que me ha salvado de la quema", aseguró, tras reconocer que gobernar el Viejo Continente con tantas voces es un reto imposible incluso para un europeísta convencido.

O sea, que González prefirió quedarse como expresidente, y eso que, escuchándole, parece que sigue sin encontrar su sitio. "Los expresidentes de verdad somos jarrones chinos grandes en apartamentos pequeños. Estorbamos en todos los sitios donde nos pongan", ironizó. Será por solidaridad que, por una vez, le echó un cable a José María Aznar, al negar que sea uno de los cinco peores expresidentes del mundo. "Me parece una exageración", dijo.

Decisiones impopulares

González reconoció que las izquierdas pasan por mal momento y, tras el fracaso de la estrategia de Lisboa, a las que aún están en el poder les toca tomar decisiones impopulares. Entre ellas, la reforma de las pensiones que pretende impulsar el Gobierno del PSOE. "Hay que hacerlo ahora", subrayó.

Dice González que le gusta ir a Cataluña porque es de los pocos sitios donde le escuchan sin demasiados prejuicios, donde es posible dialogar de verdad sin que las conversaciones sean una sucesión de monólogos. "Aquí no disimulo y me expreso con claridad", explicó. Vamos, que el que tuvo retuvo, da igual si se trata de ganar votos o de vender libros.