Los líderes europeos han comenzado hoy una cumbre de dos días en la que se espera que respalden las medidas acordadas por los países de la Eurozona contra la crisis crediticia y emprendan una primera reflexión sobre la reforma del sistema financiero internacional. Los Veintisiete, miembros y no miembros del euro, tratan de mantenerse unidos en la respuesta a la crisis, mientras crece el temor a que las turbulencias terminen hundiendo al continente en la recesión.

Si bien todos los socios aceptan las medidas de rescate como algo necesario, la inyección sin procedentes de dinero público -casi dos billones de euros- en apoyo de un solo sector económico somete a dura prueba las reglas básicas de funcionamiento del Mercado Común. Polonia, por ejemplo, se siente discriminada porque Bruselas no ha dudado en prohibir el salvamento de sus históricos astilleros, mientras acepta, sin apenas discusión, multimillonarias ayudas para resucitar de la quiebra bancos occidentales mal gestionados.

En general los nuevos estados miembros de Europa central y oriental salidos del comunismo recelan de la intervención pública y temen que la crisis acabe introduciendo un doble rasero en la aplicación de las normas de libre competencia y ayudas de Estado, prohibidas en principio por el tratado. Antes del comienzo de la cumbre, el primer ministro británico, Gordon Brown, inspirador del paquete de medidas del Eurogrupo pese a no ser su país miembro del euro, ha instado a los Veintisiete a no detenerse en la reacción en caliente y a trabajar por la reforma en profundidad del sistema financiero mundial.

En una comparecencia junto al presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durão Barroso, el premier británico, reconvertido en adalid de Europa, ha mostrado su satisfacción por que los europeos hayan sido capaces de pactar una respuesta coordinada, pero ha recalcado que Europa tiene que ir más allá y liderar el cambio mundial de reglas.

Por su parte, en declaraciones a los periodistas, el presidente del Eurogrupo y primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, ha pedido prudencia "porque todavía vivimos tiempos peligrosos". "No creo que necesitemos más medidas, lo que necesitamos es la aplicación de las medidas tomadas", ha afirmado. Juncker ha abogado por extender al conjunto de la Unión el plan de acción acordado el pasado domingo, consistente en inyecciones de capital en los bancos en dificultades y garantías públicas para restablecer la financiación interbancaria.

Se espera que los Veintisiete impulsen en esta cumbre otras iniciativas como la creación de un sistema de alerta temprana contra las crisis y el establecimiento de un verdadero mecanismo de supervisión bancaria a escala europea, algo considerado tabú hasta ahora. El ministro belga de Finanzas, Didier Reynders, ha sido el más claro al sugerir "una organización de control paneuropea". Se podría empezar, ha explicado, por "una reunión regular de los responsables nacionales de supervisión" como ya ocurre en el marco del Sistema Europeo de Bancos Centrales.

También el presidente de la CE insiste en exigir un "nivel de coordinación sin precedentes" ante una "situación sin precedentes". Para Barroso, ya se ha conseguido una coordinación "impensable" hace sólo unas semanas, cuando "algunos gobiernos aún se resistían a cualquier tipo de respuesta" común. Pero aún así, ha advertido, "aún queda un largo camino" en el que la UE debe tener claros sus objetivos, y todos los estados miembros ser capaces de dar "las señales adecuadas". "Creo que ahora hay una auténtica conciencia de la necesidad de una respuesta europea y global", en opinión del presidente del Ejecutivo comunitario. La crisis ha confirmado, por lo demás, el extraordinario efecto estabilizador del euro.

"Cuando el tiempo es bueno, no importa mucho tener una moneda propia, pero cuando hace malo fuera, es mejor estar dentro" (del euro), ha confesado el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt. Suecia rechazó en referéndum en el año 2003 el ingreso en la unión económica y monetaria, de la que hoy forman parte quince de los veintisiete estados de la UE.

El gobernante sueco ha recordado que, a principios de la década de los noventa, su país tuvo que hacer frente a una grave crisis bancaria. "Eso nos ha permitido aprender mucho y puede que haya compensando el hecho de no formar parte de la Eurozona", ha argumentado. Pero Reinfeldt ha descartado volver a plantear inmediatamente la cuestión de la adhesión de Suecia al euro. "Esperemos a ver qué deciden los daneses", ha respondido, en alusión a la posibilidad de que la vecina Dinamarca, que rechazó el euro en el año 2000, repita la consulta en fechas próximas.