Las fotos, tipo carnet de identidad, de los 15 miembros del Gobierno irlandés ocupaban ayer, de lado a lado, la portada del Sunday Independent . Bajo los rostros, un titular resumía la ira nacional. "Habéis mentido, nos habéis traicionado, por el bien de Irlanda, marchaos ahora mismo". Los ciudadanos están indignados con el primer ministro Brian Cowen y sus ministros, por ocultar las dimensiones de la catástrofe financiera.

"¿Un rescate económico? De ninguna manera", repetía aún Cowen, cuando a mediados de la pasada semana los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) habían instalado ya su cuartel general en el Merrion, un hotel de cinco estrellas en Dublín, a dos pasos del Ministerio de Economía, y estaban analizando los libros de cuentas.

Al final el jueves Patrick Honohan, el gobernador del Banco Central de Irlanda, admitió que el país pediría una ayuda de "miles de millones de euros". "En nuestro gabinete está posiblemente alguna de la gente más odiada en Irlanda", ha escrito el analista político Brendan O´Connor, "el Gobierno no tiene credibilidad, autoridad moral, financiera o de otro tipo, ni en casa, ni internacionalmente". La convocatoria de elecciones anticipadas es cuestión de tiempo, posiblemente de semanas. El castigo de los ciudadanos llegará en las urnas.