Los fabricantes aseguran que el uso del nuevo gasóleo A reduce el consumo (algunos apuntan a un 4% o 5%) y que mejora el funcionamiento del automóvil, aunque en general los efectos son discretos para el conductor. Algunos usuarios detectan mejoras del consumo superiores al 10%, especialmente si conducen mucho por autopista. En el sector aseguran que los clientes son muy fieles al carburante y que el precio importa menos de lo que se pueda pensar.

La eliminación del azufre en los combustibles tiene ventajas técnicas para los vehículos, especialmente para la última hornada de coches dotados con motores de inyección. Los principales aditivos que incorporan los gasóleos sin azufre, básicamente detergentes, favorecen la limpieza del inyector, limitan la formación de espuma al repostar, separan de forma efectiva las partículas de agua en el tanque de la gasolinera y reducen la emisión de gases.

Los nuevos motores de gasolina (como los FSI de la marca alemana Volkswagen) funcionan mejor cuando no hay exceso de azufre en el combustible. Si lo hay, este elemento satura una parte del sistema de escape y es preciso quemarlo aumentando la temperatura del motor. Este aumento de temperatura sólo se consigue gastando más cantidad de combustible, con lo que se neutralizan las reducciones de consumo que logran las nuevas técnicas de inyección directa. Algo parecido sucede con los motores diésel.