En la bolsa, como en la vida, hay días de alegrías (o compras) y de tristezas (o ventas). Pero también días indefinidos, de contornos inciertos, en los que uno no sabe con qué carta anímica quedarse y en los que las circunstancias del mundo le zarandean. Ayer fue una de esas jornadas en el mercado de renta variable español. El Ibex 35 subió, bajó, volvió a ascender, cayó de nuevo... Y cerró con un alza del 0,17%, hasta 10.868,20 puntos. Pero igual podría haber caído.

Si alguien lleva un tiempo despistado de los vaivenes bursátiles, ayer tuvo una ocasión peripintada para hacerse una idea de qué tendencias tiran de los valores en las últimas semanas. ¿Buenos resultados empresariales (los de Google en la víspera) en plena campaña de rendición de cuentas, escudriñada para conocer la situación de las empresas? Compramos y el índice sube. ¿Datos macroeconómicos desalentadores, como la debilidad de la confianza de los consumidores estadounidenses, que alimentan el temor a una recuperación raquítica? Pues vendemos y tenemos número rojos. ¿Ben Bernake, el boss de la Reserva Federal, confirmando que habrá nuevas ayudas, tan anheladas, si es necesario? Volvemos a comprar.

En un día, en fin, lo que lleva sucediendo desde hace unas cinco semanas: que las bolsas están metidas en un movimiento lateral, atrapadas entre unas fronteras psicológicas de niveles máximos y mínimos que no logran superar para decantarse por las caídas o los ascensos. Hay, con todo, algunos analistas optimistas con el corto plazo, que creen que el Ibex se ha recuperado menos que otros selectivos desde sus mínimos del mes de junio, y que por tanto tiene un mayor potencial a corto plazo de revalorización. A medio, es otro cantar.

Entre los grandes valores del indicador español, Repsol registró durante la jornada de ayer una caída del 0,38%, y Telefónica repitió cotización, mientras que BBVA ganó el 1,2%; Banco Santander, el 0,81%, e Iberdrola, el 0,65%.