Todos cuentan la misma historia. El relato del mismo miedo, la misma indefensión, la misma perplejidad ante una guerra que, como decía ayer en Moscú el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, "ellos no provocaron, pero padecieron". Son las historias de 543 niños --de los 32.037 que salieron de España entre 1936 y 1939-- que ayer, a sus más de 70 años, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha logrado cambiar para siempre.

De aquellos Niños de la Guerra, 237 siguen en Rusia, cinco están en Georgia, 33 en Ucrania, 63 en Chile, 127 en México y 78 en Venezuela. A partir del próximo marzo, si se cumplen las previsiones de Caldera, pasarán de vivir con una media de 144 euros al mes a percibir una pensión asistencial como la del resto de los españoles, es decir, algo más de 500 euros mensuales, 6.090 euros al año. Además, tendrán asistencia sanitaria. Todo después de que el Parlamento español convalide estas medidas aprobadas por el Gobierno.

"A vivir"

Olvido, que salió de Mieres (Asturias) en 1937 con sus dos hermanas, Argentina y Aurora, y a veces no recuerda cómo se dice algo en castellano, anuncia que ahora se va a dedicar "a vivir". No es una frase hueca en un país donde la pensión media ronda los 45 euros mensuales y en donde hay parlamentarios de la Duma que están en huelga de hambre para pedir la dimisión del ministro de Trabajo.

Juanita Martínez salió de España en 1938. Ella dice que ahorrará. Trabajaba con 10 años haciendo recados para un general de aviación republicano que también se exilió en Rusia con su mujer. Eran tres autobuses de catalanes que partieron hacia Francia y se embarcaron un 5 de diciembre a Leningrado.

María Pacita, enfermera, y Edelmira, médico, como otros muchos, vivieron varios años en Cuba, enviados por el régimen soviético para cubrir las carencias de la isla. Todos han viajado alguna vez a España, cuando las dictaduras de Franco y Kruchev lo permitieron. Pero ninguno quiso quedarse. En Moscú tienen a sus hijos, sus recuerdos de miseria y penurias, de frío, hambre, totalitarismos y guerras (más de 200 murieron en la segunda guerra mundial) pero se sienten españoles.

Precisamente Caldera, en su visita a la Casa de España, donde se reúnen a hablar en castellano y a cantar coplas, reconoció sentirse impresionado porque mantienen su amor por España sin que su corazón "albergue amargura o resentimiento". Los mayores aplausos que se llevó el ministro se produjeron cuando dijo que ya son "españoles de pleno derecho"; y recibió otra ovación cuando anunció que el Gobierno pagará el ascensor del centro, necesidad perentoria para estos hombres y mujeres con más de 60 años de sufrimientos.