"Cuando aquí entra el pánico, no hay quien lo pare". Mariano, un jubilado que acude diariamente a la bolsa para vigilar los valores en que ha invertido sus ahorros, resume con acierto el sentimiento que ayer asoló el parquet madrileño. Cuando llegó por la mañana, su cartera valía "ocho millones de pesetas más que ahora". Y las perspectivas son aún más atroces. "Hay pesimismo con fundamento, porque el ciclo económico ha tocado a su fin: se han terminado los años alegres".

El silencio y unas pocas caras largas son la tónica del día. La bolsa no es lo que era. El grueso de las operaciones se realiza desde hace años por ordenador, pero todavía quedan algunos banderilleros jubilados --los antiguos negociadores de los corrillos-- y operadores de chicharros , valores pequeños sin casi cotización.

"Yo llevo 40 años viniendo aquí, y no recuerdo otro día en que se hayan perdido 1.000 puntos en menos de cuatro horas", rememora otro banderillero retirado. Prefiere no dar su nombre y lanza un dardo afilado. "Los que pierden en días como hoy son los pequeños inversores que no están atentos; los grandes fondos ganan incluso más que cuando sube, porque venden por la mañana y compran por la tarde a precios muchos más bajos".

"Nos esperan cuatro años malos", comenta un broker . En la puerta, un guarda asegura: "Nos ha salvado que hoy no abra Wall Street".