Que oposición y analistas desconfíen de las previsiones del Gobierno es un clásico con el que cada otoño comienza el debate de los presupuestos del Estado para el año siguiente. Se presupone que los gobiernos tienden a inflar sus previsiones para influir favorablemente en las expectativas de inversores y consumidores. Pero este año hay mucho en juego. No se trata solo de ver si acierta el Gobierno al pronosticar un crecimiento del 1,3% para el 2011 o de si lo hacen los expertos y organismos internacionales, cuando apuntan el 0,6%. Está en juego saber si a mitad del 2011 habrá que sufrir nuevos recortes del gasto o subidas de impuestos.

Si la economía no crece el 1,3% es muy probable que los ingresos tributarios tampoco suban el 6,1% estimado y que peligre el objetivo de reducir el déficit público desde el 9,3% del PIB del 2010 al 6% en el 2011. Este es un objetivo "sagrado" --en expresión del gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez--, al que se comprometió el Gobierno ante la Unión Europea en mayo para conjurar el contagio de la crisis griega y el castigo de los mercados. El presidente Rodríguez Zapatero se ha referido al 6% como un objetivo prioritario e irrenunciable, así que si se complica se verá obligado a hacer un nuevo tijeretazo.

Por eso y porque no se acaba de creer la previsión de crecimiento, Fernández Ordóñez ha pedido al Gobierno que prepare un plan B, por si acaso. Pero la ministra Elena Salgado insiste en que las previsiones del 2011 se cumplirán, lo mismo que las del 2010 a pesar de hace un año nadie lo creía, y en que hay holgura en el cálculo de ingresos .

Secuelas negacionistas

La desconfianza en sus previsiones es el precio que ahora paga el Gobierno tras la larga etapa de "negacionismo" de la crisis practicado por Zapatero en el 2008 y el 2009, dice Fernando Trías de Bes, profesor de Esade.

Trías de Bes también es director de Diana Esade, un observatorio que mide el grado de acierto o error de las previsiones de casi una veintena de expertos y organismos nacionales e internacionales desde el 2003. Por eso sabe que las del Gobierno se sitúan entre las más acertadas --salvo en el periodo del negacionismo-- pero considera que en esta ocasión, "por si acaso", debería haber adoptado tesis menos optimistas. "Los presupuestos están muy ajustados", explica. En su opinión, el Gobierno debería haber presupuestado un mayor recorte del gasto para lograr el 6% de déficit aunque la economía sólo crezca el 0,6%. "Estamos jugando con fuego", advierte en relación a la posible penalización de los mercados. "Nos estamos jugando la refinanciación de la deuda pública", añade Fernando Trias de Bes.

En la misma línea se sitúa el profesor del IESE Javier Díaz-Jiménez. "Todos los pronósticos son susceptibles de grandes errores, los del Gobierno y los de los demás. Pero, en este momento me parece más prudente equivocarse por defecto" ya que, "el coste de un error por exceso puede ser descomunal" en forma de un coste imposible de la deuda. "No nos podemos permitir el lujo de equivocarnos", añade.

Sin embargo, el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, rezuma confianza en sus previsiones. "Confianza que no significa irrealismo, ni tampoco un deseo infundado, sino basada en hechos", dijo el miércoles en el Congreso de los Diputados. Hasta 42 veces se repitió la palabra "confianza". Campa juzgó "particularmente grave que se diga que el Gobierno no cumple sus previsiones. Porque esto no genera confianza, sobre todo cuando no es cierto", protestó un día después de las dudas alentadas por Miguel Angel Fernández Ordóñez.

Nivel de consumo

Según Economía, la diferencia entre el 1,3% del Gobierno y el 0,6% de los expertos reside en la previsión del consumo. Para Campa, la caída de la tasa de ahorro de las familias que ya se está produciendo justifica un repunte del consumo como el estimado.

"La clave va a estar en el consumo", ratifica José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, cuyas previsiones son las que se sitúan más cerca del centro de la Diana Esade. En contra de los que pronostican la mayoría de sus colegas Díez opina que el presupuesto "se volverá a quedar corto en sus previsiones de ingresos en 2011, igual que está pasando en el 2010". Por eso ve innecesario tener en la recámara un plan alternativo de recorte del déficit, aunque no tiene duda de que existe: "Un plan B siempre se hace y nunca se cuenta".