Los mercados están echando un pulso a los gobiernos, se repite desde hace meses. Puede que sea así, pero lo que no está tan claro es que los Gobiernos les estén respondiendo. O que sea el único pulso que mantienen. Y como los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, que decía Ortega y Gasset, convendría tener claro quien es el rival.

La cancillera Merkel, gobernadora de los designios europeos por designio presupuestario (principal contribuyente de las arcas comunitarias), no desiste. Ayer reclamó "coraje" a los líderes europeos para plantar cara los mercados. Traducido, defendió que el mecanismo para rescatar países que entrará en vigor en el 2013 establezca que los acreedores se vean obligados a cobrar menos de lo comprometido por la deuda de esos estados.

En plena crisis de ansiedad por los ataques especulativos, un mensaje de dureza con los mercados gusta al ciudadano medio. Pero Merkel no dice que los contribuyentes alemanes se están cansando de ser solidarios pese a que muchos de los problemas actuales del euro se deben a que el BCE tuvo que bajar los tipos a comienzos de la década para sacar a Alemania de una crisis que le llevó a incumplir el compromiso de estabilidad presupuestaria que ahora tanto defiende.

Lo más grave, con todo, es que este tipo de pronunciamientos pone "nerviosos" a los mercados. Da que pensar que reconozca saberlo y aún así los haga, pese a que España y Portugal sigan en las dianas. Seguro que no desea su caída, pero su capacidad para decidir con quién y cuándo echar un pulso es cuestionable.

La sesión de ayer fue de calma chicha, pero con igual marejada de fondo. Otra firma que da por segura la caída de España, un analista que advierte de que los ajustes a los que se condicionan los rescates ahogarán la economía de Irlanda y Grecia, otro miembro del BCE que insiste en retirar las ayudas de liquidez...

Mala cosa tanta confusión si, como parece, la clave para recuperar la normalidad es que los inversores no especulativos recuperen la confianza en la capacidad de las autoridades para garantizar los pagos. Y un caldo abonado para los carroñeros: ayer el Tesoro alemán no pudo colocar la deuda que quería porque sus tipos son muy bajos.

Atacar a España sale a cuenta: el diferencial del bono español con el alemán tocó ayer un máximo histórico de 260 puntos básicos. Apoyado en los bancos, el Ibex logró reputar el 0,52%, hasta los 9.742,6 puntos, pero solo como rebote ante el duro castigo de los últimos días.