La revolución del teletrabajo pronosticada por algunos analistas encuentra más dificultades de las previstas en España. La rigidez de la organización del trabajo en las empresas es el principal lastre para el desarrollo del teletrabajo, que en España engloba hacia el 3% de la población ocupada, es decir, unos 400.000 empleados.

España se encuentra en la cola de Europa en la implantación del nuevo sistema de organización flexible del trabajo, a mucha distancia de los países que tienen una apuesta más clara, según el informe anual de la Comisión Europea. A la cabeza se sitúan los nórdicos (Suecia, con el 17% de los ocupados; Noruega, 15%) seguidos por países con un nivel medio de implantación (Alemania, 7%; Reino Unido, 6%).

LIGERA MEJORA

Las perspectivas para el 2005 apenas mejoran la situación para España, aunque cederá el farolillo rojo a Francia. En cambio, se prevé que el trabajo fuera de la empresa, en el domicilio o en centros especiales, se dispare en los países escandinavos y en Holanda, donde habrá 30% de ocupados con el nuevo sistema.

Los expertos europeos apuntan como principal causa del retraso español a la rigidez del sistema productivo y a las dificultades de los gestores tradicionales de las empresas para controlar a empleados fuera de la sede en un sistema que se basa en las horas trabajadas antes que en los resultados obtenidos.

El acuerdo marco firmado entre los sindicatos y las patronales europeas menciona la posibilidad de que la empresa instale cámaras en el espacio en el que los teletrabajadores realizan su jornada laboral. Ese acuerdo ha sido adoptado en España por la CEOE, CCOO y UGT, que lo han incorporado al pacto sobre negociación colectiva del 2003. En los próximos meses realizarán la evaluación de la aplicación de las condiciones previstas.

El sindicato de autónomos dependientes de CCOO, Trade, apunta que el temor de los trabajadores a perder seguridad también es un freno. Advierte, además, del peligro de que las empresas obliguen a los empleados a convertirse en autónomos.

Los sindicatos han reaccionado con anticipación al riesgo de individualizar las relaciones laborales en un colectivo en el que predomina el aislamiento y que limitaría la influencia de las centrales. CCOO rechaza un convenio colectivo específico, como reclama UGT. El sindicato considera que ese convenio debería recoger la relación contractual, la jornada laboral, el salario y las condiciones de trabajo, y dedicar especial atención a los riesgos de salud y seguridad por tener la empresa en casa.