EDAD 53 AÑOS

LUGAR DE NACIMIENTO MADRID

ESTUDIOS LICENCIADO EN DERECHO Y MASTER EN ADMINISTRACION DE EMPRESAS

CARGO VICEPRESIDENTE PRIMERO Y MINISTRO DE ECONOMIA

--¿Las autonomías tienen medios para incidir en las decisiones de las multinacionales, al margen de su reacción tras la fuga de empresas?

--Sí. Desde regulaciones urbanísticas y medioambientales, hasta el clima de interlocución con las empresas, pasando por su actitud en los conflictos. Además, tienen competencias en formación y deciden en los fondos, como los de ayudas regionales y empresariales.

--¿Cabe la posibilidad de vincular las ayudas a empresas con su permanencia en el país o la dimensión de sus plantillas?

--Sí, pero eso supone encarecerlas. Si fuese la panacea universal, ya se le habría ocurrido a otro. Si un país ofrece ayudas de 10 a una empresa para que permanezca 20 años y otro ofrece ayudas de ocho, pero con libertad de decisiones, está claro lo que hará la empresa.

--Usted dice que para ser competitivos hay que reducir costes, pero a veces parece que los únicos que cuentan son los laborales.

--Los costes de una sociedad son muy amplios: energéticos, financieros, impositivos, administrativos. Qué duda cabe de que tener buenas infraestructuras es una forma de reducir costes. Pero también consiste en tener una política de fijación de costes que no esté ligada a la inflación. Es bueno que se incrementen los salarios, pero hemos de decidir las reglas. Comprendo que a los negociadores empresariales y sindicales les genere un problema, porque tienen que cambiar sus esquemas.

--Muchas empresas impulsan la doble escala salarial, una forma de olvidarse del convenio colectivo.

--Hay que buscar fórmulas. No sé cuál es la ideal. Lo que sí creo es que hay que dar a la negociación colectiva la capacidad de que las empresas se adapten a sus circunstancias. Eso está relacionado con que los salarios se liguen a la productividad.

--Los salarios y el tipo de contratación laboral tienen mucho que ver con la impresión generalizada entre las capas trabajadoras españolas de que sus hijos tendrán peor calidad de vida que la suya.

--Todos los padres decimos eso, y después no es tan verdad. El futuro les va a abrir un mundo de productividad, conocimiento y satisfacción que nosotros desconocemos.

--Si el PP gana las elecciones, ¿volverá a tener usted las mismas responsabilidades? Hay quien le sitúa en Exteriores.

--Ya he comentado que éste es un momento en el que yo claramente estoy a disposición de lo que decida mi partido y el secretario general de mi partido. Seguro que tengo muchas cosas que la gente puede criticar, pero en los últimos meses he demostrado que los intereses de lo que yo represento ideológicamente no limitan los míos personales, y no voy a cambiar ya a estas alturas.

--Se refiere a que no se ha quejado por no ser el elegido.

--Me refiero a todo lo que usted quiera. Yo tengo mi corazoncito, como el resto de la humanidad, y creo que puedo decir esa verdad. Es muy importante que mi partido gane claramente las elecciones. Es importante que nosotros tengamos un buen resultado y una mayoría estable que nos permita seguir una agenda de modernización social, económica y política. Y que además garantice una estabilidad política que, ahora, otros no son capaces de garantizar.

--¿Cuál sería la prioridad económica de un nuevo mandato?

--Muy distinta de la del 2000. Ahora tenemos que influir mucho en la política europea. No podemos dejar que la fijen otros con criterios que no sean los que nos convienen. Además, los nuestros son reconocidos como eficientes en el exterior.

--Parece que el Banco Central Europeo (BCE) podría reducir los tipos para aliviar un poco la presión sobre el euro. ¿Le conviene a la economía española?

--No haré comentarios sobre la política de tipos, que compete al BCE de forma autónoma, y que debemos reforzar. Trichet acaba de decir que para Europa es buena una moneda estable y fuerte, y que las oscilaciones bruscas son peligrosas. Los bancos centrales tienen su manera de hablar, y después cada cual debe sacar sus conclusiones.

--Y en relación con el gasto público, ¿cómo es que al Gobierno se le desvían tanto las previsiones en la factura farmacéutica? ¿Por qué, siendo los médicos empleados de la Seguridad Social y los encargados de decidir el gasto, las apelaciones del Ejecutivo se dirigen a la industria?

--Es verdad que, cuando uno acude a la Seguridad Social, el que receta es el médico. Pero también lo es que él lo hace en función de lo que cree que le conviene al paciente. Y no se puede limitar el derecho a la salud por cuestiones económicas. Al mismo tiempo, si no tenemos una salud financiada, acabaremos cargándonos el derecho a la salud. Por eso introducimos los precios de referencia y los genéricos. Para que el médico cuando receta una medicina no se pregunte: "A ver, ¿cuánto llevo gastado en medicinas esta semana? Pues ya no gasto más. A este paciente le receto aspirina, y para casa".

--¿Los medicamentos genéricos han funcionado?

--Sí, y los precios de referencia van a funcionar mucho. Lo que pasa es que, además, el gasto sanitario es expansivo, y probablemente lo tiene que ser. Es una de las políticas sociales más claras, como el empleo y las pensiones. Esas son las claves.

--Además se produce el envejecimiento de la población.

--Claro. El otro día un médico de la Seguridad Social de Madrid me explicaba que 10 años atrás una persona mayor en un hospital tenía 70 años, frente a los 85 de hoy. Eso cambia el gasto. En consecuencia, la sanidad va a requerir un montón de capital político. Y ahí está todo el debate de cómo se fijan las cantidades, si por el precio, por control o por una mezcla; si las nuevas medicinas que son muy importantes para el Alzheimer, el cáncer y demás, van a seguir el mismo tratamiento que las anteriores. Eso forma parte de la agenda.