Los cuadros de Brian McCarthy son terribles. Unos pastiches pretenciosos que ni siquiera su madre colgaría en el comedor de casa. Pero el multimillonario Dermont Desmond, el empresario más exitoso de Irlanda, ha pagado 4.500 euros por una de sus pinturas, La espada de la justicia. La obra está inspirada, al igual que otras dos más, en la crisis que vive el país. La serie completa, titulada Boomtown puede verse en la galería Keeling de Dublín.

McCarthy pinta la Irlanda del 2010 como una inmensa barriada de chabolas y una nación que ha perdido su soberanía. En sus lienzos, unos ciudadanos se preparan para la revolución y otros tratan de escapar, haciéndose a la mar en pateras. "La idea me vino de los boat people vietnamitas, forzados a navegar en busca de una vida mejor", ha declarado el avispado artista. En un estilo muy diferente, el grafitero ADW ha pintado en las paredes de Dublín al primer ministro Brian Cowen y al titular de Finanzas, Brian Lenihan, como el par de truhanes de una película. El mural ha merecido el aplauso popular.

La humillación nacional que ha supuesto pedir ayuda internacional se está digiriendo con furia sorda y amargas píldoras de humor negro. Desde las páginas del Irish Independent, un lector, Derek Ross, enviaba a Isabel II una carta pidiendo a la soberana de la antigua potencia imperial, contra la que tanto ardor combatieron los irlandeses, que diera marcha atrás a la historia. "Querida Majestad, en nombre de la gente de Irlanda, le suplico que vuelva a tomar a nuestro pequeño país en su real seno y nos proporcione socorro en nuestro más calamitoso momento de necesidad", decía la misiva.

Una joven república

La joven república, que alcanzó su independencia hace 88 años, se tambalea. Su economía está en quiebra y sus gentes, en estado de shock. En tres años, el país ha pasado de disfrutar de más de una década de prosperidad y un crecimiento sin igual en Europa, a no poder pagar las deudas.

El estallido de la burbuja inmobiliaria arrastró a los bancos, y esa deuda ha dejado ahora arruinado al Estado. El país entero está en venta: los bancos, las empresas públicas y miles de propiedades. Churchtown House, una mansión de estilo georgiano en Weston Park, en lo mejorcito de Dublín, es buen ejemplo del delirio de los últimos años. El palacete de seis habitaciones, que fue en su día la residencia de la Embajada de Holanda, se vendió en 1997 por 700.000 euros. En el 2006 pagaron por él 10,5 millones. Hoy está a la venta por tres millones, a la espera de una oferta.

En el país existen 280.000 viviendas vacías y 23.000 de ellas están todavía por estrenar. Belmayne Park, al norte de la capital, es una de las 72 urbanizaciones fantasma, que según el Instituto Nacional para el Análisis Regional y Espacial, ha dejado la crisis desde la llegada de la recesión en el 2008. Esas 2.650 viviendas de clase media, en una zona bien comunicada, se han depreciado en 40%. Menos de la mitad están ocupadas y la mayoría de sus propietarios han quedado atrapados en hipotecas superiores al valor del piso que compraron.

Al asunto de las urbanizaciones fantasma también le han sacado punta los humoristas. En la serie satírica The Savage Eye (El ojo salvaje) de la Radio Televisión Irlandesa, el cómico David McSavage, se presentaba como Tom Hanks en la película Náufrago. El tipo había comprado una casa en una urbanización, antes de descubrir que era el único habitante.

Letrero de se vende

Después de adoptar a un ratón como única compañía, el desesperado propietario construía con ladrillos, en la entrada principal, un letrero en el que se leía se vende, con la esperanza de que algún improbable comprador le rescatara.

Los irlandeses se ríen de su sombra, pero la situación no está para bromas. Es ahora, según Olive Loughnam, de la oenegé Focus Ireland, cuando se empiezan a ver las consecuencias de dos años de crisis. "La gente ha perdido sus trabajos, ha gastado los ahorros. El siguiente paso es buscar ayuda en la familia y después, cuando todo eso se viene abajo, pierden sus casas". Las organizaciones caritativas se ven cada vez con más demandas y con menos dinero.

La Jack and Jill Foundation, que proporciona cuidados a más de 300 niños con graves minusvalías, ha anunciado que, a partir de enero, no podrá aceptar más pequeños, porque los donativos han bajado un 25% en los últimos dos años. Otra asociación, la Older and Bolder, ha alertado de las consecuencias que los recortes presupuestarios pueden tener para los jubilados. "Nos están diciendo que la gente mayor no se ha visto afectada por la recesión, pero la realidad es que, mientras existe una minoría con recursos, la inmensa mayoría depende de las pensiones", afirma la directora de la asociación, Patricia Conboy.

Pero la crisis irlandesa no solo afecta a los humanos. En los años del boom, tener un caballo en un país dedicado a la cría de pura razas se convirtió en un símbolo de prestigio. Un accesorio caro que requiere establo, cuidados veterinarios, alimentación y entrenamiento. Hoy el mercado irlandés está lleno de caballos que nadie quiere.

Los refugios para animales no pueden hacerse cargo de unos 2.000 cuadrúpedos abandonados, algunos heridos. Orla Aungier, de la protectora de animales de Dublín, solo ve una penosa salida: "Con la llegada del invierno, pueden perecer de hambre y en estas circunstancias la única solución es sacrificar al animal".

La economía en Irlanda se ha contraído un 10% en los últimos tres años y para las empresas está siendo muy duro mantener los negocios, aunque no a todos les va mal. Paddy Power, la firma de apuestas, es ahora la compañía irlandesa más importante y acaba de anunciar la creación de 500 empleos en los próximos tres años. El paro, sin embargo, se está disparando y unas 100.000 personas, según cálculos oficiales, se disponen a emigrar en breve.

El aluvión de malas noticias no ha frenado el ansia de diversión de los dublineses. Las iluminaciones de Navidad brillan desde la pasada semana en O,Connell Street y las pandillas juveniles siguen abarrotando los bares y pubs del bullicioso Temple Bar. Los viernes y los sábados, uno corre el peligro de quedarse sin cenar si no ha hecho reserva en algún restaurante. Y Robbie Fox, el rey de las discotecas, celebró un fiestón con modelos, estrellas del rock y famosos de la televisión, en la apertura de The Pink, su nuevo local. Ese mismo día desembarcaban en Dublín los sabuesos del Fondo Monetario Internacional.