¿Qué tienen en común una empresa que produce harinas a partir de desechos, unos jóvenes que han construido una app que facilita traslados en motos compartidas y un sistema para convertir el agua potable sin necesidad de hervirla? Francesco Rellini, de 33 años y fundador de Scooterino, la app de motos, lo explica así: "Fácil. Apostamos por el bienestar de todos los seres humanos… y por el negocios". Aunque también exista otra razón: los tres son parte de un grupo de nueve empresas que han formado parte de la primera incubadora de 'start-ups' —presentada en diciembre pasado— promovida por El Vaticano, un grupo de expertos en tecnologías y empresas, y fondos de inversión y consultoras de Estados Unidos y Europa.

Un cóctel que ha dado vida a una experiencia inédita iniciada en mayo, cuando Stephen Forte, de Fresco Capital Fund, y Eric Harr, de Imagine Ventures, le propusieron a la Santa Sede el proyecto Laudato Sí Challenge (LSC). Ello, inspirándose precisamente en la homónima encíclica del papa Francisco, en la que hace referencia a las enseñanzas de San Francisco y se advierte sobre la fragilidad del medio ambiente y los peligros para las comunidades desfavorecidas.

Resultado: 300 aplicaciones presentadas por 'start-ups' con proyectos de innovación y atención a la sostenibilidad ambiental y social de todo el mundo, nueve de las cuales fueron finalmente seleccionadas para participar en la iniciativa. Acto seguido: un mentor asignado a cada uno de los ganadores y cursos de formación en mercadotecnia, comunicación empresarial, capitalismo 2.0, cuidado del medioambiente y economía sostenible. Todo ello realizado por empresarios y economistas de alto nivel, algunos de ellos incluso provenientes de Silicon Valley, el mítico valle de la innovación en Estados Unidos. Y una jugosa cereza sobre el pastel: 100.000 dólares (aproximadamente 85.000 euros), entregados por el grupo liderado por Forte y Harr, a cambio de una participación de entre el 6% y 8% en las empresas en cuestión. "Ha sido un gran reconocimiento y un empujón hacia adelante. Nuestra idea surgió de un grupo de amigos de la Universidad de Nueva York que se plantearon cómo procesar desechos para obtener ingredientes, la llamada simbiosis industrial", cuenta la ingeniera mecánica Bertha Jiménez, una ecuatoriana de 34 años afincada en EEUU que cofundó Rise Products.

EJEMPLO DE LA INICIATIVA

La empresa de Jiménez sintetiza el alma de la iniciativa vaticana. Tras una primera fase de experimentación, Jiménez y sus otros cuatro socios optaron por dirigir su mirada hacia la enorme cantidad de cervecerías (alrededor de un millón) que hay en Nueva York y concluyeron que, en ese contexto urbano, el mayor desperdicio se daba en el proceso de prensado, el cual generaba una gran cantidad de bagazo de cebada. Así, decidieron aprovechar de esos desechos para reconvertirlos en harina que luego venden a panaderías y restaurantes. "Lo que nos faltaba era una mirada más enfocada hacia un modelo de empresa sostenible", explica.

Nokero, fundada en el 2010, es otro caso. Esta empresa distribuye bombillas solares en 120 países, muchos de los cuales están en zonas de África y Asia en los que hay graves problemas de acceso de la población a la electricidad. "Gracias a la iniciativa del Vaticano, hemos tenido acceso a nuevos inversores y estamos estrenando nuevos productos, entre ellos cargadores portátiles y sistemas de iluminación callejera", cuenta Steve Katsaros, el CEO de la empresa. Algunos de sus creaciones serán presentadas en el congreso del móvil, en Barcelona del 26 de febrero al 1 de marzo.

PROYECTOS DE ECONOMÍA CIRCULAR

Los proyectos se remiten, en esta instancia, a la llamada economía circular, un modelo económico alternativo que rompe con su modelo lineal dominante de extraer para fabricar, vender, usar y tirar. Un ejemplo más es el de Yuvia López, de 24 años y fundadora de ProTrash. Una empresa que acaba de estrenarse "en seis comunidades de la periferia de Guadalajara (México), en las que hemos instalado máquinas que, a cambio de basura, reparten tarjetas para comprar comida, ropa o medicinas. Imagínese".

Las otras empresas involucradas en el proyecto son: Aqus, una 'start-up' que creó un sistema que potabiliza el agua sin que haya que hervirla, Innov8tia, que transforma el lodo tóxico en agua y energía y Mandalius Energy, que adquiere residuos agrícolas en Uganda y los convierte en combustible limpio. De igual modo, también figuran Papr, que ideó un sistema que reduce el empleo de papel y Smart Yields, que fabricó un mecanismo de agricultura de precisión. Aunque el proyecto ya acabó en su primera fase, no se excluye que se repita, en tanto el primer grupo sigue recibiendo asesoramiento.