Como un huracán cuando sobrevuela aguas cálidas, el escándalo por el pago de primas a los ejecutivos de la división de productos financieros de la aseguradora AIG ha ido aumentando de categoría en los tres últimas días. Y poco le queda ya para ser la tormenta perfecta, una capaz de devastar el plan de rescate del sector financiero en EEUU que apoya Barack Obama.

El domingo, las noticias oficiales de los pagos de 127 millones de euros en primas en una compañía en la que se han tenido que inyectar más de 130.000 millones de dinero de los contribuyentes provocaron un estallido de indignación. El lunes, el propio Obama se tuvo que sumar a las protestas y urgió a su secretario del Tesoro, Tim Geithner, a explorar "todas las vías legales" para evitar los pagos (aunque la Administración los conocía desde hace meses). Y ayer, el huracán llegó al Congreso, donde se escucharon frases como las de un senador republicano, Charles Grassley, republicano de Iowa, que instó a los ejecutivos del gigante de seguros a "dimitir o suicidarse".

Como en la película de terror que dirigió hace una década Jaume Balagueró, los monstruos en esta historia son todavía "los sin nombre". Pero el fiscal general de Nueva York, Andrew Cuomo, envió el lunes citaciones judiciales para identificar a los beneficiados. Y ayer, en una carta a Barney Frank, el demócrata que preside el Comité de Servicios Financieros de la Cámara, Cuomo dio detalles sobre los pagos.

DIVISION 73 empleados de la unidad de productos financieros --la división basada en Londres que forzó el mayor rescate realizado en EEUU con el dinero público-- recibieron cada uno más de 768.000 euros. La prima más alta rozó los cinco millones de euros y seis ejecutivos recibieron más de tres millones. Otros 15 cobraron más de 1,5 millones y 51 se llevaron entre 760.000 euros y 1,5 millones.