Nadie le podrá reprochar a Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE) que no haya avisado. Es más, los mercados agradecen la previsibilidad de la autoridad monetaria europea. Se esperaba que mantuviera los tipos de interés de la zona euro en el 4,25% y así ocurrió. Pero hubiera sido un desastre para los mercados que Trichet no enviara un señal de que la política cambiará en las actuales condiciones financieras, que él mismo calificó como la peor crisis "desde la segunda guerra mundial". De hecho, dio a entender que habrá próximas iniciativas: "El consejo de gobierno ha considerado la posibilidad de bajar los tipos y de mantenerlos, finalmente se ha decidido mantenerlos, pero tiene libertad para hacer lo que sea necesario cuando haga falta", explicó Trichet en la rueda de prensa tras el consejo.

No hubo sorpresas, pero la falta de alicientes monetarios provocó que la cotización del euro retrocediera a niveles que no se recuerdan desde el mes de septiembre del 2007. También las bolsas europeas retrocedieron de forma significativa, pero en esta circunstancia tuvieron mayor influencia las malas expectativas económicas procedentes de Estados Unidos, donde también perdió Wall Street.

ACTIVIDAD DEBIL Trichet reconoció que los últimos datos "confirman el debilitamiento de la actividad económica con una contracción de la demanda doméstica y un endurecimiento de las condiciones financieras". Incluso apuntó que la información de los mercados mostraba una "buena evolución" de las expectativas de inflación. Pese a ello, las presiones sobre los precios y los posibles efectos de segunda ronda, sobre todo en los salarios, no han disminuido. Recordó en este sentido que la inflación en la zona euro se mantuvo en septiembre en el 3,6%, cuando el objetivo es el 2% para todo el año. Agregó que la entidad mantendrá "las expectativas de inflación ancladas en línea con nuestro objetivo".

CUESTION DE ACERTAR La cuestión ahora es si el BCE acierta al priorizar inflación y previsibilidad ante la tormenta financiera y el debilitamiento del crecimiento. En los últimos días, Francia ha encabezado lo que ya comienza a ser un clamor en Europa para que se reduzca el precio del dinero. Incluso, el vicepresidente económico del Gobierno español, Pedro Solbes, señaló ayer antes de la reunión que "no son inmunes a la evolución de la economía y, por lo tanto, es un elemento que tomarán en cuenta en su reflexión" sobre una posible bajada.

"A los mercados no les conviene que halla poca previsibilidad en las decisiones del BCE", destacó Manuel Montesinos, director de inversiones de la firma financiera Riva y García.

Para algunos analistas, quizá el problema es que el BCE está actuando con cierta lentitud, entre otras razones porque su política monetaria debe sintonizarse al menos con las necesidades de los países de la zona euro. Pero en esas economías ya comienza a pesar más la desaceleración que la inflación. "Las consecuencias económicas reales de la crisis financiera van a ser significativas, y las más inmediatas serán una serie de recortes de tipos en un futuro no muy distante", destacó, por su parte, Peter Hensman, jefe de estrategia de la gestora de BNY Mellon.