Ni los tres máximos responsables políticos de la UE, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, el polaco Donald Tusk o el alemán Martin Schulz, tienen intención de pasearse por el centro de Londres haciendo campaña por la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea ni tampoco se les espera en la capital británica. Aunque a nadie en Bruselas se le escapa que la próxima cita con las urnas será uno de los momentos más importantes en la historia del club, la UE ha decidido mantener su perfil político más bajo para evitar enfadar al electorado británico y dar alas al sector euroescéptico.

“Ellos quieren pelearse con Bruselas y nosotros no les vamos a dar esa satisfacción. Sería contraproducente”, apunta un alto funcionario de la Comisión Europea sobre los motivos por los que la UE quiere pasar totalmente desapercibida ante la cuestión del 'Brexit', como se conoce a la salida británica de la UE. Al otro lado de la rue de la Loi, en la sede del Consejo, comparten opinión. “Las instituciones europeas como regla general no interfieren en elecciones nacionales y referéndums aunque sean sobre la UE. Sería raro que representantes institucionales viajen o hagan campaña. Es su referéndum”, añade otro funcionario del círculo de Tusk.

En el plazo de un mes, el 23 de junio, los británicos acudirán a las urnas para responder si quieren seguir siendo parte del club o abandonar el proyecto de integración al que se incorporaron en 1973, tras varios intentos fallidos. Primero, por su negativa a participar y después por un veto francés que estuvo marcado durante años por la profunda desconfianza del expresidente galo Charles de Gaullesobre las verdaderas intenciones de Londres. Las negociaciones llegaron a buen puerto nada más retirarse el exgeneral de la escena política gala. Aún así, nada más incorporarse al club lo primero que hizo Reino Unido fue convocar un referéndum de salida que aprovechó, como siempre ha hecho desde entonces, para imponer sus condiciones. Era 1975 y la opción de la permanencia lograba unaamplia victoria.

SIN PLAN B

Es el escenario político que todos los dirigentes europeos ansían ahora. Su estrategia: responder afirmativamente a las demandas del primer ministro británico, David Cameron, y no hablar sobre un eventual plan B. De hecho, en enero saltaba a la luz pública que la Comisión Europea había prohibido a sus funcionarios investigar el eventual impacto de la salida británica de la UE y hablar de planes de contingencia en caso de 'Brexit'. “Si dijera que tenemos un plan B sería como admitir que prevemos seriamente que Gran Bretaña podría salir de la UE”, decía poco después Juncker. “No tenemos un plan B, tenemos un plan A”, insistía.

Su postura, aunque se acerca la temible fecha, no ha cambiado. Aún así, sus palabras del pasado viernes constatan que el nerviosismoempieza a hacer mella en Bruselas. “Los desertores no serán acogidos con los brazos abiertos”, advertía. “Habrá que sacar conclusiones. No es una amenaza pero nuestras relaciones no volverán a ser como las de hoy en día”, clamaba.

Pese a este mensaje, los dirigentes europeos de momento prefieren callar. “Hasta ahora se merecen un premio por haber conseguido mantenerse al margen y admitir que es una cuestión británica”, sostiene el responsable de la oficina de Bruselas del 'think tank' británico Open Europe, Pieter Cleppe. “Queda un mes y alguien puede todavía meter la pata”, augura.

Jaque a la propaganda 'british'

Bruselas genera amores y odios. Hay europeístas convencidos que consideran que debe ser la capital de un verdadero Gobierno europeo y quienes sueñan con despojarla de sus competencias, como los euroescépticos, que cuentan para ello con la inestimable ayuda de un sector de la prensa que no ha dejado de presentar a los eurócratas como verdaderos ogros y convertir a Bruselas en el origen de todos los males de los británicos. Para combatir ese tipo de mensajes, la Comisión Europea cuenta con un blog, 'Euromitos', cuya razón de ser es desmontar exageraciones y bulos informativos publicados en las islas.