La Unión Europea quiere cerrar filas en la cumbre de mañana para lanzar un mensaje de unidad frente a las tensiones internas que han creado la crisis económica y algunas de las medidas aprobadas para hacerle frente, tachadas de proteccionistas.

Los jefes de Estado y Gobierno comunitarios se reúnen, en un almuerzo informal, en medio de una crisis cada vez más grave ante la que algunos Gobierno han tenido tentaciones proteccionistas, mientras que en los países menos ricos se teme la falta de solidaridad de los más pudientes.

Por ello, de la cumbre se espera un mensaje claro para afrontar la crisis de forma unida y con soluciones a escala europea, sin medidas que pongan en peligro el Mercado Único y la libre circulación de trabajadores dentro de los Veintisiete.

"Nada hay más vital que mantener el Mercado Único en estos momentos", recalcó una fuente diplomática. La cumbre es en teoría una preparación de la cita de líderes ya prevista para los próximos días 19 y 20, pero fue convocada por la Presidencia checa de la UE para tratar de calmar las inquietudes en algunos Gobiernos y para frenar una idea francesa de convocar una cumbre de los países del euro.

Ante nubes de tormenta interna, este consejo europeo informal y extraordinario discutirá la extensión de la crisis financiera y económica y las últimas medidas aprobadas a nivel nacional y europeo para contenerla, dos de los cinco puntos planteados por la Presidencia checa.

"La situación no ha mejorado este año", reconoce una fuente diplomática, ante el aumento del desempleo y la entrada de muchos países de la UE en recesión.

Los otros tres puntos planteados por la Presidencia son ratificar el compromiso con el Pacto de Estabilidad y el objetivo de la consolidación presupuestaria, la solidaridad comunitaria y la contribución europea a la cumbre del G-20 del 2 de abril en Londres.

Sobre estabilización financiera, se hablará sobre las medidas ya aprobadas y también de las ideas que presentó la Comisión Europea para liberar a los bancos de los activos dañados, incluida la posibilidad de crear "bancos malos", así como de las propuestas de un grupo de expertos para crear un sistema de supervisión más integrado.

En medidas económicas, los líderes discutirán sobre la marcha de la aplicación del plan de relanzamiento europeo, que totaliza el 1,5% del PIB europeo.

En cuanto a medidas nacionales, la Comisión Europea estudia actualmente seis planes de ayuda al golpeado sector del automóvil (entre ellos el de España), a fin de asegurarse de que las medidas no son discriminatorias, con el plan francés como principal sospechoso por condicionar las ayudas a que las empresas no cierren plantas en territorio francés.

Los líderes de los Veintisiete también esperan volver a la unidad tras las suspicacias que generó la reunión de Berlín del pasado domingo, en la que ocho miembros de la UE prepararon la contribución europea a la cumbre del G-20 de Londres.

La reunión de Berlín incluyó a los jefes de Gobierno y ministros de Finanzas de los países europeos del G-7 (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia), además de República Checa (presidente de turno de la UE), Luxemburgo (cuyo primer ministro preside el grupo de países de la zona euro), España y Holanda.

El lunes pasado, durante el Consejo de Ministros de Exteriores, cinco países se quejaron del formato de esa cita, con el argumento de que perjudicaba a la cohesión comunitaria, y el domingo se intentarán despejar todas esas dudas.

Antes de la reunión de los líderes comunitarios habrá otra minicumbre que congregará a los jefes de Estado y Gobierno de nueve países de Europa central y del este que entraron en la UE en 2004 y 2007, en la que se busca resaltar la delicada situación financiera de esa región, especialmente de sus bancos.

El Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversión y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo anunciaron el viernes un compromiso para facilitar 24.500 millones de euros a las entidades financieras de Europa central y del este.

Con países como Hungría y Letonia, que reciben ayuda financiera de la UE, esta cita de países del este, convocada por Polonia y a la que asistirá el presidente de la CE, José Manuel Durao Barroso, incidirá en los llamamientos a la solidaridad, pero no dejará de dar una imagen de división dentro de la Unión.