Ahorrar es una actividad eficaz que puede poner a salvo parte de nuestros ingresos, los cuales nos pueden venir bien para enmendar problemas futuros o para poder adquirir algo que habitualmente está fuera de nuestro gasto estándar. Otra manera de ahorrar y a la vez, aumentar nuestras reservas, es recurrir a los llamados fondos de inversiones. Un fondo de inversión o fondo mutuo es una institución de inversión colectiva que reune los fondos de varios inversores (es decir, varias personas que prestan un capital para un propósito mútuo), para invertirlos en diferentes instrumentos financieros, actividad que no hacen a título personal, ya que delegan esta responsabilidad a una sociedad administradora, que por norma general suele ser un banco o una institución financiera. Los hay de varios tipos, siendo los fondos de inversión garantizados los más viables para el pequeño inversor.

Estos fondos mutuos son una alternativa de inversión diversificada, ya que invierten en numerosos instrumentos, lo que reduce el riesgo, haciéndolo casi mínimo. Al invertir en un fondo se obtiene un número de participaciones, similares a las acciones de la banca, las cuales tienen un precio o valor liquidativo que cambia diariamente. Este valor es obtenido por la división entre el patrimonio valorado y el número de participaciones en circulación.

Suele haber unos ciertos plazos de depósito, pero son bastante variables, por lo que se pueden vender las participaciones normalmente en el momento que deseemos.

¿Por qué invertir en fondos garantizados?

  • Porque en función del fondo seleccionado, aseguramos al inversor la devolución del total o una parte importante de su inversión inicial.
  • Porque el objetivo es obtener una rentabilidad determinada en una fecha concreta, es decir, los beneficios no son a corto plazo, ya que el riesgo asumido es menor en este tipo de fondos (de ahí el sobrenombre de "garantizados").
  • Porque la rentabilidad que se obtiene puede estar establecida al inicio de la contratación, o depender de la evolución de un índice o de una cesta de acciones.

Los fondos garantizados se construyen con una estructura, que es bastante sencilla de entender de entrada. La gestora compra deuda, ya sea soberana, regional o corporativa, habitualmente de cupón cero, que supone que paga su nominal al vencimiento y permite al gestor (como decíamos, habitualmente un banco o una entidad financiera) contar con un colchón de liquidez. Por ejemplo, invierte el 95% para recibir al vencimiento el 100%. Al tiempo, con el dinero que le queda de remanente, compra un derivado no cotizado (OTC, si utilizamos sus iniciales en el idioma sajón). Este último en realidad será en la práctica el principio activo de la rentabilidad de la cartera, el cual tendrá un riesgo más alto pero será el que haga ganar más dinero. Los fondos garantizados se construyen depositando la mayor parte del dinero en renta fija y arriesgando una pequeña parte. En un ejemplo sencillo, un inversor deposita 10.000 euros en un fondo garantizado a 1 año con la posibilidad de obtener determinadas rentabilidades en caso de que suba el Ibex 35, es decir, un valor altamente calculable, pero que no podemos asegurar al cien por cien.