Beverly Alba tiene 25 años, es venezolana --mejor diga que vengo de Bolivia, que es donde me he formado académicamente: soy economista", precisa-- y hace dos años que ocupa su tiempo en invertir en la bolsa española. "Me centré en los valores pequeños, que no valían ni 50 céntimos, y no me ha ido mal". Asegura que disponía de 30.000 euros (5 millones de pesetas) para invertir y que en este tiempo casi ha triplicado su inversión. Ni sus comentarios ni su actitud traslucen el pesimismo de quien ha sufrido una crisis bursátil. No tenía edad, hace seis años, de pensar en cómo invertir su dinero, por lo que el estallido de la burbuja tecnológica lo vivió a través de los periódicos.

Si hace seis años hubiera corrido por los parquets españoles se hubiera encontrado con un optimismo parecido al suyo. Amas de casa, estudiantes, jubilados, prejubilados, empleados de banca y barandilleros de toda la vida compartían el optimismo mientras llenaban sus carteras de terras a 100 euros.

Más fácil perder

Desde luego, la euforia desmedida y escasamente justificada ya no se lleva entre los traders --inversores por cuenta propia--, quizá porque los que tienen experiencia saben que es más fácil perder que ganar, aunque a nadie le gusta hablar de la primera posibilidad. Para los que tienen menos experiencia, los niveles del mercado empiezan a provocar algo de vértigo. "No recuerdo cuándo fue la última vez que en una sesión el Ibex ganó un 2,6%. Esto empieza a dar miedo", reconoce Jordi, uno de los inversores que suele acudir al parquet de Gaesco en Barcelona. De hecho, la última vez que el Ibex subió en una jornada un porcentaje mayor (3,7%) fue en abril del 2003. Desde entonces, en contadas ocasiones ha ganado más de un 2%.

Su nombre (Jordi) es inventado. Prefiere guardar el anonimato. Y desde luego rechaza aparecer en las fotos, como la mayor parte de sus colegas inversores. "No quiero que me conozca Hacienda", bromea. Pero en realidad sabe que ocuparse total o parcialmente en sacar rendimientos de la bolsa no tiene demasiada buena prensa. Cientos de historias personales de pérdidas económicas por causa de la bolsa han dejado un inconsciente colectivo de refracción. No es raro que ya no sea necesario esperar para lograr un ordenador en los parquets .

En busca del acierto

"La verdad es que se trabaja mucho mejor cuando la bolsa cae, porque aquí somos cuatro gatos", comenta un joven agente inmobiliario, que prefiere que sus clientes no sepan que otra de sus ocupaciones es invertir en bolsa. Invierte a favor y en contra del mercado, por lo que le es indiferente que la bolsa suba o baje, solo necesita acertar la tendencia. Le molesta que la expectación mediática tras el último récord del mercado turbe la tranquilidad habitual en sus operaciones.

Alexia y Xavier Gispert son hermanos y su jornada laboral la ocupan íntegramente siguiendo el mercado. No albergan dudas sobre la situación: "La bolsa está barata. Si las empresas mantienen el ritmo de generación de beneficios actual, el mercado se puede ir a 20.000 puntos en tres años". Es posible que para entonces las salas de bolsa vuelvan a estar atestadas. ¡Qué peligro!