Cuidar de un pequeño huerto, pintar, dedicarse a la apicultura y a la artesanía. Isidoro, José Manuel, Jorge Luis y Sergio son cuatro exmineros asturianos prejubilados que no han tenido más remedio que apañárselas para ocupar el mucho tiempo libre del que ahora disponen. No están dispuestos a apoltronarse en el sillón de casa a una edad en la que la mayor parte de la gente de su generación está en plena efervescencia laboral.

Los mineros --un sector que acaba de pactar un acuerdo con el Gobierno que permitirá las prejubilaciones a los 42 años en casos excepcionales-- son un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la jubilación se anticipa y el trabajador cuenta de la noche a la mañana con las 24 horas del día para su disfrute.

Una vez que se pusieron en marcha las llamadas prejubilaciones, miles de picadores, barreneros y mecánicos tuvieron que amoldarse, rompiendo con su tradicional estilo de vida, y se encontraron con menos de 50 años y sin la necesidad de acudir diariamente al sufrido trabajo de la mina.

La reconversión

Las cuencas mineras de Asturias son una zona donde se nota el nuevo fenómeno con mayor claridad. La empresa estatal del carbón, Hunosa, daba trabajo a más de 20.000 personas antes de que a mediados de la década de los 80 se iniciase la llamada reconversión minera. Isidoro González, José Manuel Gutiérrez, Jorge Luis Esteban y Sergio Fernández, que sufrieron en sus carnes la dureza de la mina, disfrutan desde hace unos años de la prejubilación.

Los cuatro exmineros son una muestra de que hay vida después del trabajo. Isidoro y Sergio pasaron 20 años en la mina. Ambos son vecinos de la cuenca del Nalón, que junto a la del Caudal, es la más importante desde el punto de vista carbonero, y rondan los 50 años.

"Yo me prejubilé en 1998, después de pasar 23 años en la mina, gran parte de ellos como picador", explica Isidoro, que reside actualmente en Sotrondio. Tanto él como Sergio afirman que no les alcanza el día para todas las actividades por las que tienen afición. "A mí siempre me gustó pintar", afirma Sergio, "incluso cuando tenía que entrar por la mañana a la mina, me levantaba a las cuatro de la madrugada para seguir con mis cuadros".

Por su parte, Isidoro González es consciente de que a algunos compañeros les resulta difícil asimilar la nueva situación. "Los primeros meses no sabes qué hacer, pero a mí eso me duró muy poco. Me aficioné a la apicultura, tengo varios panales y siempre me he dedicado a la pesca y la caza", dice. También tiene tiempo para visitar a su padre, al que "le tienen que poner 16 horas diarias de oxígeno debido a la silicosis que padece".

José Gutiérrez y Jorge Luis Esteban son otros dos ejemplos de prejubilados con una vida llena de ocupaciones. Trabajaron en pozos de la cuenca del Caudal y son vecinos del valle de Turón. Una de las zonas que más sufrió la reconversión.

José, de 51 años, fue mecánico en los pozos San José (Turón) y Santiago (Moreda). No cuenta con una afición clara, pero asegura que no para ni un minuto a lo largo del día. Fruto del envejecimiento que sufren las cuencas del carbón es muy habitual que las familias se vean en la obligación de cuidar de sus mayores. "Yo tengo a mi madre y a mi suegra en casa y hay que cuidarlas", dice. Al residir en una zona que hasta la llegada del carbón era eminentemente agrícola, José conserva una pequeña huerta en su domicilio de El Cuitu. "No me aburro nada, tengo mi huerta, mis gallinas. Por eso yo no noté para nada el cambio cuando me prejubilé, porque siempre fui un hombre bastante ocupado. Incluso hacemos sidra en casa", comenta.

Nuevas aficiones

Quien sí tiene una afición clara es Jorge Luis. Fruto de los cursos que Hunosa y el Gobierno del Principado de Asturias ofrecen a los prejubilados, este antiguo minero de exterior, que lleva cuatro años prejubilado, empezó a interesarse por la artesanía de madera. "Comencé acudiendo a los cursos y empezó a gustarme y ahora es mi gran afición", explica.

Jorge Luis asegura que los cambios de pasar del trabajo a la prejubilación a una edad tan temprana los pueden sufrir de mala manera aquellos mineros que viven en los grandes núcleos urbanos. "La gente de los pueblos siempre hemos tenido ocupaciones al margen de nuestros trabajos", añade este exminero. Todos aseguran tajantemente que la leyenda de que gran parte de los prejubilados no salen de los bares es falsa. "El que era de bares lo sigue siendo, esté o no prejubilado", explica José Gutiérrez.

Otro punto en el que todos coinciden es en el hecho de resaltar la necesidad de las prejubilaciones. Cada uno de los antiguos mineros recalca que durante la última huelga no sólo se luchó por prejubilarse a una u otra edad. "También se hizo para que las generaciones venideras tengan un futuro que antes estaba asegurado por la minería. No hay más que ver cómo las cuencas se están quedando sin gente joven porque no hay trabajo para ellos. No todo son prejubilaciones", concluye Isidoro.