José Luis Rodríguez Zapatero se juega este mediodía en Bruselas su crédito en política exterior. Tras dos semanas de ofensiva diplomática, el presidente confía en obtener hoy el aval de la UE para participar en la cumbre mundial que revisará, el 14 y 15 de noviembre en Washington, los fundamentos del sistema financiero. Solo el visado europeo puede ayudar a Zapatero a franquear las puertas de un club al que España no pertenece, el G-20, mientras su guardián siga siendo George Bush.

Fuentes diplomáticas españolas confían en que la ofensiva dé hoy sus frutos y el presidente de turno de la UE, Nicolas Sarkozy, anuncie la asistencia de Zapatero. Pero el presidente español también busca en Bruselas asir las riendas de la agenda política doméstica, relegando al líder del PP, Mariano Rajoy, a un segundo plano. A tal efecto ha multiplicado sus apariciones públicas.

Zapatero almorzará hoy con los socios de la UE en un consejo informal convocado para decidir la posición común ante ese encuentro mundial sobre la crisis. La decisión sobre la presencia de España se espera para hoy, pero se podría demorar hasta el lunes, cuando se reúnan los ministros de Exteriores de la UE.

La cita de Washington será la primera de una serie de reuniones en las que Zapatero cree que España debe estar. Sus argumentos se basan en la fortaleza demostrada por el sistema financiero español y su oficioso estatus de octava potencial mundial. Porque, aunque sus cifras la sitúan entre las ocho economías líderes, España no pertenece al G-8 (EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Japón y Rusia), un selecto club donde nadie quiere decidir quién entra. Pero ese directorio, y otros como el G-20, son, para bien y para mal, las estructuras en que se organiza la comunidad internacional.

La idea de Zapatero es cambiar este esquema. Aunque muchos tachen su maniobra de suicida, algo que él asumió: "Si sale, será un éxito de España; si no, sé de quién será el fracaso".