Nadie desde los tiempos de Mao Zedong había amasado tanto poder en China. El presidente Xi Jinping lo será de por vida y su pensamiento se ha incorporado a la Constitución. Desde que aquel país se embarcó en un sistema de economía de mercado dentro de una estructura comunista ha habido puntos de vista distintos en la dirigencia política que ha tendido a gobernar de forma colectiva atendiendo a estas distintas sensibilidades o intereses siempre dentro del partido. La aprobación ahora a dictado de Xi del cambio legislativo hace imposible no ya cualquier disidencia, sino una simple discrepancia. Y esto ocurre en un momento de la historia en que China ya no es aquel país pobre y destruido, salido de una guerra civil, que gobernaron con mano durísima Mao y sus distintas camarillas.

Hoy, China es la gran potencia en neta competición con EEUU tras arrinconar a una Rusia económicamente obsoleta. Xi llegó al poder en el 2012 y con él aumentaron los programas de vigilancia, así como la censura en un país donde las libertades civiles ya eran más que escasas. También emprendió una política anticorrupción que le sirvió para desembarazarse de sus rivales. E inició una política de reafirmación en el Pacífico. Los cambios, llevan al país más poblado del mundo a vivir bajo una dictadura condenable y peligrosa para los chinos y también para sus vecinos.