El nuevo caso de violencia machista registrado en Elda, y que viene a sumarse a la larga lista que en este año supera ya la treintena de víctimas, tiene unas características especiales que convierten el drama desgraciadamente habitual en una tragedia que nos aboca a reflexionar sobre las medidas que deben tomarse para evitar más agresiones. El hombre que disparó a su excompañera, ante el hijo de ambos, de 3 años, en las inmediaciones de la escuela, tenía ya suficientes antecedentes como para ser considerado de alta peligrosidad. Fue sentenciado en 2016 por un delito de lesiones y hace una semana fue detenido por amenazas a la víctima y por quebrantamiento de las medidas de alejamiento. En libertad provisional, a la espera de la vista que debía celebrarse, cometió mientras tanto el delito de asesinato en grado de tentativa, una acusación que será archivada después de su suicidio. La concatenación de los hechos y la gravedad de los mismos, con la presencia impactante como testigo del menor, nos obligan a replantear las medidas que se ponen en marcha para evitar ataques como este. Aun activando todas las alarmas, la Administración ha sido incapaz de hacer frente a sus responsabilidades y no ha podido proteger a la víctima. Más allá de los lamentos y de las protestas, urge actuar con decisión, con una prevención activa, legal y eficiente, para frenar el aumento constante y pertinaz de un drama que nos atañe a todos.