Pedro Sánchez va a plantear una pregunta clara a los 350 diputados del Congreso: ¿Quieren o no echar a Mariano Rajoy? Si el nuestro fuera un sistema parlamentario como el británico o si la votación fuera secreta, el resultado podría llegar a sorprender al mismo candidato a la presidencia del Gobierno y, obviamente, al actual titular. Pero serán los partidos los que decidirán. Sin concesiones previas del líder del PSOE, a cara descubierta en función del contenido de su intervención. Por ahora cuenta con el apoyo de Podemos. Y poco más. Los barones de su partido le dieron ayer apoyo porque han entendido, como dijo Susana Díaz, lo fundamental: se trata de salvar la credibilidad del sistema.

Ciudadanos lo tendrá difícil. A poco que Sánchez marque un calendario de adelanto electoral su equidistancia hacia el bipartidismo puede quedar seriamente dañada. PP y PSOE coinciden en este punto a pesar de lo endemoniado de la moción de censura: quieren que Albert Rivera se moje. Si apoya la moción, el PP le acusará de venderse a la izquierda. Y si la rechaza aunque Sánchez ofrezca elecciones, la izquierda le acusará de nuevo de ser una simple muleta del PP. No lo tiene fácil Ciudadanos. Como casi nadie. Tampoco los independentistas. Si se niegan en redondo a apoyar a Sánchez darán crédito a las acusaciones de supremacismo y de antiespañolismo tras la elección de Quim Torra. Si apoyan al candidato alternativo, entonces tendrán menos margen para el escarnio y la crítica populista.

En este contexto, todas las miradas se dirigen ahora al PNV. Ha justificado su apoyo a los presupuestos de Rajoy en base a la estabilidad. Lo cual le llevaría a votar en contra. Pero ha expresado que lo hacía por falta de alternativa. Pues bien, ahora la hay. Veremos cómo sale del atolladero el veterano partido del Congreso.

Rajoy, a pesar de su enfado, puede salir aparentemente reforzado de este trance. Si la moción de censura fracasa, quedará claro que no hay alternativa posible, una circunstancia menos dramática que la minoría que ostenta. Entonces podrá retomar la senda de la estabilidad que le dieron la semana pasada los Presupuestos. Será aún más fuerte dentro del mismo Partido Popular y tendría a Ciudadanos medio domesticado al perder la equidistancia. Entonces igual tendría un incentivo para adelantar las elecciones.