El Banco Central Europeo (BCE) cumple 20 años al mismo tiempo que Italia estrena Gobierno euroescéptico, lo que, más allá de una coincidencia en el tiempo, es un reflejo del avance del populismo al que deben hacer frente hoy las instituciones europeas, incluido el supervisor bancario.

De las últimas dos décadas, los años más difíciles fueron los de la crisis del euro que estalló en el 2010. Los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre, así como el rescate bancario de España, le valió no pocas críticas al BCE (y a sus socios de la trokia, el FMI y la CE) por la política de recortes que ha conllevado; sin embargo, esta firme actuación atajó una caída de impredecibles consecuencias en los países más afectados. La célebre frase de Mario Draghi, que aseguró en el 2012 que haría «todo lo necesario» para salvar el euro, no fue un brindis al sol.

El presidente del BCE impulsó medidas no convencionales de estímulos, como la compra de bonos y las inyecciones masivas de liquidez, con los tipos en el 0%. Estas medidas han dado un respiro a las economías locales y ahora es el momento de abordar los próximos retos. Completar la unión bancaria es uno de los más importantes.

El BCE ha consolidado su papel de guardián del euro, pero a un alto precio: su reputación está cuestionada y crecen las voces en contra de la moneda única. Aumentar la transparencia y mejorar los mecanismos de gobernanza económica reforzará la unión monetaria ante eventuales crisis futuras.

El Reino Unido que nunca asumió la moneda única y que posteriormente acordó abandonar la Unión Europea ha sido un duro golpe para la estabilidad económica.

La semana pasada, Italia intentó poner al frente de la Economía del país a un euroescéptico, que podría haber sido una puñalada de consecuencias impredecibles para el futuro de la unión monetaria, pero el presidente italiano los frenó a tiempo. La situación no está resuelta y los contrarios al euro y a un Banco Central Europeo siguen al acecho y aprovecharán la mínima oportunidad para derribar al BCE y todo lo que ello conlleva: la propia Unión Europea. Solo una política económica que permita el crecimiento sin recortar los derechos de los trabajadores y sin recortes de la inversión podrá fortalecer más al BCE.